VII Jornadas Nacionales de Salud Mental
Ejes temáticos
- Coordenadas de la época. Desorientación generalizada y presentaciones actuales
- Efectos discursivos y nuevas demandas
- Desorientación como significante de la época
- Formas actuales del malestar
- Inhibición / Síntoma / Angustia en la época
- Lazo social
- Los efectos del neo individualismo en el lazo social. ¿Qué hacemos con lo otro?
- Desamparo y soledad
- Los lazos en la época
- ¿Qué lugar para el amor en esta época?
- Redes sociales – inteligencia artificial
- Redes sociales – inteligencia artificial
- El uso de los gadgets y los efectos de la inteligencia artificial
- Afectación subjetiva en la era digital
- Tecnología en la niñez y adolescencia
- La incidencia de lo virtual en la práctica
- Infancia y adolescencia
- Función del adulto en el ejercicio de la crianza en la época actual
- Los niños y las demandas de hoy
- Adolecer en el mundo actual. Clínica con adolescentes
- Nuevas identificaciones
- Equipo de Salud Mental Medifé
- Invención y dispositivos institucionales
- Trabajo interdisciplinario - discapacidad
- Entrevistas de orientación
- Cuidados paliativos
Paneles
Próximamente
Argumento
Leer es una manera de elegir estar acompañados por las palabras; leer y compartirlo es una forma de que esta práctica placentera no sea solitaria. Siguiendo esta lógica, les hacemos llegar un fragmento del bellísimo libro “La medida de los héroes” de Andrea Marcolongo.
El mar es una lengua antigua que nos habla. Y sus palabras son el mapa que hay que descifrar. No tiene fin, sino inicios infinitos que se llaman “horizontes”.
El mar conoce el arte del encanto, del estupor, del miedo, de la impaciencia y de la espera. Es dulce por sus olas y cruel por sus tempestades; su agua es salada como el sudor del cansancio, como las lágrimas que se nos saltan de tanto reír, como el llanto causado por el dolor excesivo.
El mar conoce la ley del equilibro entre la presencia y la ausencia que tan a menudo se te escapa y te abate a la espera de lo que todavía, solo de momento, no sabes. Y de lo que todavía no eres.
El mar te pide que elijas adonde vas a ir y por qué. Ese gesto arcaico es propio de cualquier ser humano: cruzar el umbral y dar un paso hacia adelante.
Es momento de que comencemos el viaje, de que atravesemos este mar para llegar a un puerto amable con ansias de recibirnos, de alojar nuestro deseo de reencontrarnos como equipo. Este puerto nos espera, sabe que aún es pronto, que los preparativos del viaje tienen sus procesos y tiempos. Mar del Plata se ha convertido en nuestro nuevo horizonte, nuestro punto de llegada; referencia que nos acompañará y orientará a lo largo de esta travesía. Cómo diría Apolonio de Rodas; “Llega, irremediable, el viaje que impulsa a los hombres a zarpar”.
Los invitamos para que esta travesía sea una bella experiencia colectiva.
Comité de Dirección
Gabriela Cioppettini
Rubén Bustamante
Silvina Marcos
Eva Olivera
Helga Rey
Mariela Parlattore
Rodrigo Nieto
El programa estará disponible próximamente. Agradecemos su comprensión.
Cada año, y como un modo de prepararnos para las Jornadas Nacionales de Salud Mental, invitamos a los diferentes profesionales que integran nuestras cartillas en todo el país, a escribir un "Pensando en voz alta".
Se trata de textos breves, un relato de una experiencia clínica, una idea teórica o una construcción conceptual, que nos permita ir tejiendo un hilo entre todos, una suerte de elaboración compartida que nos va acercando a lo que serán las Jornadas Nacionales. Este año la convocatoria tiene la particularidad de ser un “Pensando temático”, la propuesta del Comité de Dirección ha sido proponer como rúbrica general el título de las jornadas “Los nombres actuales del malestar”, y es en torno a esto que vamos elaborando cada escrito.
Belgrano
Los padres de Pedro de 9 años consultan a pedido del colegio ya que lo notan enojado: ofende a sus compañeros y tiene algunas conductas de ira. Académicamente le va bien, pero se cansa, se aburre; cuenta los minutos para la llegada del recreo como un soplo de alivio.
Lo que acontece en una entrevista, a un mes de comenzado el tratamiento, entre el padre y el niño motiva la presentación de la viñeta para dar cuenta de las incidencias de la época en la clínica actual. La escena muestra a un padre que no hace lugar a la palabra de su hijo, cometiendo un atropello. ¿Qué brújula para las intervenciones cuando la singularidad del niño queda aplastada? ¿Qué brújula cuando no se escucha nada del orden del amor?
Abro la puerta, el padre apurado entrega una hoja: “toma, te traje esto para que veas si podés hacer algo”, atrás se encuentra el niño, mudo y enojado.
En ese momento de sorpresa, entre la puerta de entrada y la sala de espera, decido que pasen ambos al consultorio. Hoy puedo pensar que la sesión era del niño, no del niño y el padre. Dicho esto, considero también que la escena es propicia para una lectura sobre el lugar en el que es puesto el niño y su respuesta frente a la “insondable decisión” del ser.
“¿Qué es esto?”, pregunto. El padre refiere que es de un trabajo hecho en el colegio, son preguntas sobre las emociones. En la primera: ¿Cómo te sentís?, el niño escribe: “Furioso, no me gusta el colegio. Chau”
También hay un tablero donde tiene que completar con una X la graduación de las emociones:
En el casillero sobre la pregunta: ¿cuándo te sentís triste?, escribe SIEMPRE, pero está corregido desprolijamente y marcado con una cruz NUNCA.
En el casillero siguiente: ¿cuándo te sentís feliz?, primero completa con una X el casillero NUNCA y luego borra visiblemente mal y pone una X a SIEMPRE.
Pregunto al papá si pudieron hablar con su hijo de este escrito. Responde que no han hablado con él sobre esto. La pregunta del lado de los padres sobre lo que le pasa al niño está ausente.
Pedro está llorando, se lleva los dedos a la boca a punto de morderlos, está furioso. ¿Por qué lloras?, pregunto. No puede hablar del enojo que tiene.
El padre explica que el niño no quería que yo viese el papel. Y entonces, si no quería ¿por qué lo trajeron? Pregunto. No sabe qué decir. Su semblante es distante.
Digo que no hace falta que muestre lo que el niño no quiere dar a ver. Se requiere un tiempo para que Pedro pueda decir lo que le pasa: los tiempos de él, no el de los padres ni los del colegio. Un tiempo de escucha y de apuesta al inconsciente.
El niño se quiere ir, no quiere hablar.
Lo esperaré la semana siguiente. La apuesta como analista practicante del psicoanálisis de orientación lacaniana será ocupar el lugar de partenaire de eso que no tiene par y que se llama goce. El enojo del niño será la brújula para el trabajo terapéutico.
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San Isidro
No habrá una sola cosa que no sea una nube [...]
Lo es la Odisea, que cambia como el mar.
Algo hay distinto cada vez que la abrimos [...]
Somos los que se van [...]
Eres nube, eres mar, eres olvido.
Eres también aquello que has perdido.
Jorge Luis Borges. Nubes (1). Los Conjurados. 1985
Siempre que leo la Odisea, tal como dice Borges, me encuentro con algún detalle diferente que me llama la atención y consolida la idea de que es un texto magnífico que perdura a lo largo de los siglos. Es un clásico, bajo la concepción acuñada por Italo Calvino, porque nunca termina de decir lo que tiene para decir, más allá de las variantes de época. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.
Calvino se pregunta: ¿Cuántas Odiseas contiene la Odisea?
Desde mi lugar como lector encontré muchas “odiseas” contenidas en un solo texto: De joven me sumergía en las dificultades que se le presentaban a Odiseo para poder regresar a su hogar. El intento de regreso a Ítaca, luego de 20 años (“Volver....Sentir Que es un soplo la vida...Que veinte años no es nada...cantaría Gardel), plagado de obstáculos, desafíos y renuncias; el enfoque más fantástico y mitológico nos relata la derrota de un cíclope, atravesar monstruos marinos y descender al Inframundo a encontrar a sus compañeros de batalla. Esta Odisea me resultaba increíble y me llevaba a pensar lo caprichoso que era el destino cuando estaba en manos de los Dioses.
Luego, en la época de mis primeros enamoramientos y noviazgos, le prestaba atención a las figuras femeninas y las oportunidades amorosas que se le presentan a Odiseo durante todo su viaje y deriva. Circe (-recomiendo mucho el cuento homónimo de Cortázar-), Nausícaa y Calipso son diferentes símbolos del amor y del deseo que se atraviesan y se deben sacrificar para poder retornar a los brazos de su amada y paciente Penélope. El deseo, motor de la vida, a su vez encierra un vacío y una pérdida. Renunciar al amor y a la inmortalidad, ofrecida por Calipso, motoriza propiamente el nostos (regreso) de Odiseo.
En la actualidad, en esta etapa de madurez y ya siendo padre, releo la Odisea y otras son las palabras que me atraen. No es solamente un viaje lleno de desafíos, ni una alegoría sobre lo que significan el deseo y el amor; también es un relato sobre la construcción de un padre ausente, la identidad de un hijo y su inscripción en un legado, la importancia de un nombre y su ley. La Telemaquia es el nombre que se le da a los primeros cuatro cantos; en esta parte de la obra, se cuenta la historia de Telémaco, el hijo de Odiseo, quien emprende un viaje para encontrar a su padre. Se presenta la situación de Ítaca, asediada por pretendientes que quieren casarse con Penélope y apoderarse del trono; nos relata cómo Telémaco tránsita un proceso de crecimiento, de la adolescencia a la madurez. El poema de Daniel Mecca resume bien el conflicto interno del hijo de Odiseo:
“Esto que me rodea es Ítaca.
Son los azules oleajes
de tu voz,
pero también es tu ausencia, padre.
Ítaca es tu ausencia.
Tu cuerpo
es el mito de mi infancia.”
Esta relectura me lleva a cuestionar el rol del padre, su construcción a través del lenguaje y su importancia para inscribir algún tipo de orden, de un universal. Las enseñanzas de Freud y Lacan resuenan en cada palabra del texto de Homero. Como siempre, el artista se adelanta al analista en su saber, abre caminos.
Homero nos relata con gran maestría algo que luego el psicoanálisis teoriza: que el padre existe incluso sin estar. La construcción del padre se sirve del lenguaje, algo que hace Telémaco buscando incesantemente testimonios y relatos sobre el padre.
Tanto Odiseo como su hijo, a lo largo de sus travesías, tienen en claro un deseo que funciona como horizonte y brújula que orienta. Las decisiones y caminos que escogieron siempre fueron en tanto ese horizonte: en Telemaco, el madurar frente a la ausencia y estar a la altura del padre; y en Odiseo, el regreso a Ítaca junto a Penélope y su hijo.
“¿Dónde estás, padre?
¿ Dónde estás, Ulises?
Soy Telémaco.
Tu hijo Telémaco.
¿Cómo llamarte?
¿Ulises, Odiseo, héroe, padre?
Mi dolor
no necesita esfuerzo.
Todo viaje empieza con un abandono.”
(Daniel Mecca. Troya aparta de mí ese cáliz)
¿No es quizá la Odisea el mito de todo viaje? No solo para Odiseo o para Telémaco fue una travesía de formación y cambio. Lacan, en el final de su enseñanza, se refiere a la metáfora de la vida como un viaje; la vida es una apuesta a la que se debe estar dispuesto a perder y aprender.
Al igual que Odiseo, el de muchos recursos y senderos (polýtropos); es el sujeto el que inventa su manera de habitar el mundo, donde las marcas constituyentes permiten enfrentar las incalculables contingencias del viaje que llamamos vida.
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San Isidro
Un hallazgo
Como suele pasar, buscando algo se encuentra otra cosa. En este caso un epígrafe que dice:
“…qué nos enseña la experiencia, sino que el falo vuelve cómico al falicismo “
Moustafa Safouan
Así comienza un artículo de la revista Imago: La misteriosa (y cómica) diferencia. J.B.Ritvo. No queda otra que entrar al artículo luego de leer un título y un epígrafe tan invitadores. A poco de andar en la lectura me encuentro con el relato de una anécdota que voy a intentar trasmitir a mi modo.
Dos niños librados a la aventura de la infancia están jugando en el parque hasta que se chocan con un muro. ¿qué habrá detrás del muro? ¿se escuchan voces tal vez? Uno de ellos apoyado en el otro sube a espiar. El que está debajo, podemos suponer haciendo el esfuerzo y carcomido por la curiosa pregunta: ¿qué son, ¿qué son, hombres o mujeres? Y recibe por respuesta: No lo sé, porque están desnudos.
Y me sirvo de otra frase de ese artículo: “Safouan sostiene que la diferencia no es cuestión ni de percepción ni de conciencia porque es pensamiento que se desliza entre percepción y conciencia”
Me voy a detener un momento más pensando en voz alta en este “entre” que funciona ahí. “Entre”, no designa un espacio definido o tangible, sino un intervalo, una zona de tensión donde el pensamiento opera más allá de la percepción sensorial y de la conciencia reflexiva. Es en ese “entre” donde se juega el trabajo del significante y dónde se inscribe lo que escapa tanto al cuerpo visible como al yo que pretende saber.
Este deslizamiento entre percepción y conciencia subraya la dimensión inconsciente de la diferencia: algo que no se muestra ni se sabe del todo, pero que organiza al sujeto de manera decisiva. Podemos suponer que este “querer saber” propio de la curiosidad sexual de los niños, intenta alguna respuesta, ¿qué son? ¿Hombres o mujeres?; sin embargo el niño que mira no puede concluir por lo que ve, nada en lo visible le resuelve la incógnita. La diferencia no está ni en el cuerpo desnudo, ni en la percepción que el niño tiene, sino en el espacio que media entre lo que ve y lo que intenta comprender, es ahí donde el sujeto se confronta con la falta de un saber absoluto y con la imposibilidad de reducir la diferencia a una certeza.
Pensaba mientras leía, en los ejes por los cuales va a transcurrir nuestra jornada, en la clínica de niños que siempre nos pone a trabajar y pensar, y también en el título bajo el cual nos colocamos: Incidencias de la época en la clínica actual y cruzando estos pensamientos con los niños del relato, queda en evidencia que son niños que tienen tiempo de merodear, de hacer un recorrido, de explorar, de intentar ver y también creo que una gran apuesta que queda de nuestro lado, por la incidencia de está época, es dar el tiempo para que entre aquello que subjetiva.
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San Isidro
Red de Cuidados Paliativos
Pensando en las Jornadas y en su temática, se me imponía el tema del tiempo. No solo del tiempo analítico, del tiempo en un análisis, sino del trabajo posible, allí donde el tiempo puede terminarse.
Si bien todos sabemos que nos vamos a morir (en algún momento), no es lo mismo, cuando un diagnóstico de una enfermedad nos confronta, con la posibilidad, que ese final, esté más cerca.
Cuando trabajamos en Cuidados Paliativos, de lo que se trata es de acompañar al paciente y a la familia, a transitar una enfermedad limitante para la vida. Esto es desde el anoticiamiento del diagnóstico, durante el tratamiento, y hacia el final del mismo. Siendo el objetivo, mejorar la calidad de vida, previniendo el dolor y aliviando el sufrimiento.
Cuando recibo a un paciente en estas condiciones, siempre me surgen estas preguntas:
¿Qué trabajar con el paciente cuando le queda poco tiempo?…. Lo que le urge al analista, en relación a la finitud, ¿es lo mismo que le urge al paciente?
¿Qué tipo de análisis es posible ahí?
Lo que se impone es el cuerpo, la enfermedad, lo que duele. Comienzan a contabilizarse datos: análisis de laboratorios, medidas del tumor, bajas y altas de índices y valores. Estudios y más estudios. El paciente parece que solo es ese cuerpo sufriente. Pero quien allí sufre, no es el cuerpo, es el sujeto. El cuerpo siente el dolor. El sujeto sufre. Y ahí es donde debería comenzar nuestro quehacer. Nuestro trabajo se orienta en simbolizar algo de ese sufrimiento. Relanzar un discurso y que hable de su sufrir.
¿Qué se acompaña ahí? Una docente muy querida me dijo, uno acompaña al cierre de su biografía. Esto me hace pensar, en el papel fundamental de quien acompaña no solo a escuchar el relato de la historia del paciente, sino de cómo darle un cierre. ¿Qué significa dar un cierre?
¿Cómo es leída la historia propia, cuando sabemos que nos queda poco tiempo? ¿Qué resaltamos? ¿Cómo se lee lo que ya no hay tiempo de cambiar? ¿O acaso el cambio puede ser la lectura que ahí hagamos?
Quizá de lo que se trate es de poder acompañar al paciente….a hacer su propio cierre.
Rosa tiene 49 años y un linfoma Folicular que comenzó en los ganglios de la axila del brazo derecho. Es derivada, por tener una mala tolerancia a la quimio, sufriendo de todas las reacciones y efectos secundarios de cada aplicación. Mucho dolor, negación al tratamiento y nada de confianza en un psicólogo. De a poco, los encuentros fueron propiciando un espacio para pensar y poner en palabras algo de su padecer.
Recuerda un abrazo que dolió: cuando su madre le dijo que se iba de la casa, porque se separaba de su padre. Dejó a su hermano pequeño a su cargo y se fue. Años más tarde, pudo preguntarle qué le había pasado, y le contó que estaba muy enferma y que si no se trataba, se iba a morir. Hoy se pregunta si su madre actuó así por miedo, o por amor.
Rosa no quiere que estén con ella por lástima.
Con el tiempo, empezó a aceptar el afecto de su entorno. Amigas y clientas de su negocio, empezaron a llamarla, acompañarla, invitarla a tomar algún café, a regalarle un masaje terapéutico, libros, una piedra energética que se convertiría en una especie de amuleto que la acompañaba en sus sesiones de quimio.
Para su cumpleaños tomo la decisión de volver a su país (vecino al nuestro) para festejar allí. Pidió permiso a sus médicos, y tomando los recaudos necesarios, viajo y pudo estar con los suyos.
No ha faltado a una sola sesión. Se ha dado lugar para poder poner en palabras sus miedos, sus enojos, repasar su historia, sus elecciones en la vida y pudo des-cubrirse. Aún hay dolor en el cuerpo, pero se deja acompañar por su entorno que la quiere y le brindan cuidados amorosos.
Tomar conciencia de la finitud, puede paralizar y dejar sin palabras, o, en el mejor de los casos, con el acompañamiento de un analista, dispuesto a escuchar, se puede dar lugar a la palabra que libere y alivie, ese otro dolor.
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San Isidro
El deseo arma futuro
Leo una nota sobre influencers que captan la atención de muchos jóvenes para hacer inversiones. Abundan en las redes contenidos que sobrevaloran el éxito, el dinero fácil, los lujos entre otras cosas. ¿Cuál será el impacto en los adolescentes a la hora de proyectar su futuro? Una elección implica una apuesta en la que se dejan cosas de lado ¿Cómo hacerlo en un contexto que promueve la satisfacción sin pérdida?
Recordé una frase “El deseo arma el futuro”, el deseo es eso que nos lleva por un camino del que somos responsables. Tal vez parezca una idea romántica frente al “No future” de la época. Sin embargo me resulta imprescindible ante las consultas de adolescentes sumidos en la desorientación. Podría decirse que ese es un rasgo de la adolescencia, pero la falta de ideales sólidos en el Otro social y el empuje a lo ilimitado la exacerban. Más cuando los jóvenes están descubriendo un mundo sin horizonte, sin un futuro asegurado. Cosa que es una novedad histórica, según Daniela Danelinck.
Tomando a Koselleck, Danelinck dice que cada vez más y de forma acelerada las expectativas de futuro se distancian del campo de la experiencia, campo conformado por experiencias, tradiciones y saberes acumulados a lo largo del tiempo. Los avances tecnológicos favorecen esta distancia.
El horizonte de expectativa, desatado de los saberes acumulados, me hace pensar en un horizonte de sujetos que desconocen sus determinaciones. Y vemos que cuando no hay un anclaje las personas quedan sin rumbo, en el laberinto imaginario del libre albedrio ¡que encima debe llevar al éxito!: ganá plata, divertite, viví́ la vida. Una adolescente dice: “no sé qué es vivir la vida”.
Lo vemos en la clínica:
- Un joven se debate entre carreras que le aseguren ganancias “hay que ganar dinero, ¿no?”. Fracasa una vez, fracasa otra vez. Hasta que se anota en otra que conecta con algo muy propio, de él y de su historia.
- Otra a quien nada le interesa, pasa horas mirando TikTok, hastiada de ver videos, reels. Se aburre. ¿Qué hará al finalizar el secundario? Duda. Tendría que estudiar. No tiene ganas. Piensa en cómo conseguir esa vida que ve en las redes. En el análisis se aísla algo relativo a la mirada en distintas escenas de su vida. Abocarse al arte visual la saca de sus cavilaciones. Se engancha, se anima, es muy creativa. Si bien hay tropiezos en el camino dice “esto es lo mío”.
Será entonces que las elecciones se producen al alojarse el sujeto en sus determinaciones. No van por el lado del yo y sus cálculos que despistan, sino por los condicionamientos de goce, las marcas con las que se trama cada vida. Si el deseo engancha a la pulsión en juego, eso hace de brújula. Lejos del para todos, cada sujeto tendrá su rasgo de conexión al mundo.
Mientras termino de hilvanar estas ideas llega el PVA de Rodrigo Nieto. Habla del deseo como horizonte en La Odisea. Será que no perdió su vigencia y aún en esta época me sirve seguir pensando que el deseo arma el futuro para cada quién.
- Silvina Friera: “Los vendedores de ilusiones que sueñan con ser millonarios”. Página 12. 12/1/25
- De la clase “Mundo zombi” del Seminario del departamento de estudios sobre la adolescencia de la Eol 2024
- Danelinck, Daniela: Presentación en el panel de las Jornadas clínicas de la Comisión de adolescentes del Colegio de Psicólogos Distrito XV. 26/10/24
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Quilmes
¡Escuchen a los autistas!
Pensando en voz alta es una invitación a la escritura, a modo de puente que impulsa a problematizar sobre la clínica actual, por la cual estamos atravesados.
En los tiempos que corren nos encontramos con la expansión de los diagnósticos, cual pandemia, que pretenden extender un universal bajo el discurso Amo. ¡Todos autistas!
Fenómeno que lleva a la superpoblación del diagnóstico, avance de las TCC y proliferación de las terapéuticas del sentido. Ahora bien, ¿Qué lugar para la política del psicoanálisis?, ¿Cómo nos orientamos por el síntoma en su singularidad?
Por otro lado ¿De qué se trata el acto del analista? ¿No es acaso un modo de proteger a los niños de las buenas intenciones en las cuales quedan sumergidos en la actualidad? Intenciones que finalmente permanecen al servicio del discurso Amo de la época sin dar lugar al real del cual cada ser hablante es respuesta. La propuesta es interrogarse sobre el saber que trae el niño a la consulta, ubicarlo como un saber auténtico, para que pueda inscribirse en el discurso analítico, en donde el saber es respetado.
Escuchen a los autistas es la propuesta que hace Maleval en su libro en el año 2012, en donde considera que los autistas son sujetos a quienes hay que tomarse en serio y ofertarles un lugar como a cualquier parlêtre.
Parto de una viñeta con una niña que llega al consultorio: M, se presenta de manera inquieta, se resiste al ingreso. Es necesario trasladar muchos objetos que trae consigo, en su mayoría son libros, que mantiene pegados al cuerpo e intenta sujetarlos todos a la vez. Si el objeto se cae intenta levantarlo y mantenerlo presionado junto a su cuerpo.
Los primeros momentos se suceden en el pasillo antes de la puerta del consultorio, allí se muestra inquieta, se desplaza, se golpea contra la pared. La oferta, es un tiempo de espera, alojar lo propio del sujeto para estar más advertido de lo singular de su defensa.
En ella, un rasgo se destaca, sus gritos, que varían de acuerdo a la escena. Gritos que se presentan con diferentes tonos, tiempos y modalidades, se evidencian cuando intento acercarme.
En entrevistas a padres relatan que, la niña, no hace nada sin sus objetos, los lleva al baño, a la cama, a cada lugar donde se traslada, son muchos e intenta sujetarlos con fuerza y apego. Las crisis de angustia son cada vez más y no logran acotarlas.
Para mi sorpresa, luego de muchas sesiones de espera, un día la niña cede y permite que ingrese los objetos con ella al consultorio, sin crisis evidente. Escena que ubica un nuevo desplazamiento, ahora la analista forma parte de esa defensa y puede maniobrar con el objeto sin que este movimiento la perturbe o le sea tan intrusivo.
Entonces, escuchar a los autistas, es un modo de habilitar un lugar a estos sujetos, para que puedan transitar un mundo más vivible siempre y cuando estemos advertidos de la posición de goce que los atraviesa.
Este recorte, da cuenta cómo el analista puede volverse partenaire del sujeto autista dirigiendo las intervenciones al objeto que opera como soporte y como parte del neo borde. Aquí el objeto capta algo del exceso de goce que no puede ser extraído, y logra ponerlo a distancia. La clínica nos convoca a interrogarnos sobre la posición del analista, ¿no es acaso una apuesta por el sujeto cada vez?.
Es un modo de hacer frente -en palabras de Miller J.A.-, a los impases de la civilización, sus imposibles, el azar y la contingencia. Es solo a través del deseo del analista que se podrán asumir riesgos respecto de lo real en juego.1
- Maleval, J.C. (2012) Escuchen a los autistas. Bs As Grama Ediciones.
Mendoza
Pensando en Voz Alta, hacia las Jornadas.
El desafío de nuestra clínica apareja una lectura singular, encontrándonos muchas de las veces con las dificultades propias de un modo de hacer con el sufrimiento que se diferencia de otras terapéuticas por su táctica, estrategia y política, es decir por la dirección de una cura.
Haciendo uso de la interpretación siempre planteada en transferencia, pues a partir de ésta se fija el marco de las operaciones que se realizarán en un determinado tiempo, desde una política que implica el alojo del objeto pulsional.
Las presentaciones actuales convocan a repensar lo contemporáneo, los lazos y modos de subjetivación y desde esta perspectiva la noción de psicosis ordinaria reaparece para explicitar como un sujeto (parlêtre) se las arregla en la descreencia simbólica, poniendo de relieve una variedad de suplencias y artificios.
Miller propone la distinción entre psicosis ordinarias y extraordinarias, estas últimas corresponderían al modo clásico de presentación de la psicosis con toda su espectacularidad característica, mientras que las ordinarias vienen a traernos una lectura diferente de la clínica. ¿Se trataría de puntualizar en ese detalle donde el anudamiento se muestra de una forma particular? Y si nos referimos a este hecho, ¿será que la necesidad contingente viene de la mano de una lectura clínica a la altura de la época?
Nos tomamos del sintagma psicosis ordinaria esta vez como pretexto, así abrir el espacio de discusión que implique una puesta en cuestión de la clínica tradicional pegada al padre, pues si entre otras cosas la psicosis ordinaria viene a decirnos algo, es que es necesario pensar estas presentaciones más allá de él.
Lippi Silvia (2015) señala que el conocido referir “todo el mundo es loco”, enuncia la generalización de la forclusión NP, la que nos pone en condición de igualdad en tanto humanos, pues debemos confrontar con un real: la muerte, el goce. La diferencia advendrá en como cada uno hará frente a aquel.
Sin ánimos de concluir nos preguntamos por la posición misma del analista, ¿cuál es la orientación en los tiempos actuales? ¿Qué nos enseña la clínica?
Camino a las jornadas de este año la presentación de casos nos posibilitará arribar alguna aproximación.
- Lacan, J. (2014) Escritos 1. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
- Miller, J y Otros. (2023) Psicosis Ordinaria. Buenos Aires. Paidós.
- Lippi, S. (2015). La psicosis ordinaria: ¿cómo pensar los casos inclasificables en la clínica contemporánea? Ver documento
- Maron, G. (2009, octubre) La psicosis ordinaria como diagnóstico psicoanalítico. Virtualia (19) Ver artículo
- Blanco, M. Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia, El psicoanálisis, número 30/31. Artículo recuperado en febrero 2025. Ver artículo
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Mar del Plata
Hace cincuenta años Lacan reflexionaba sobre el porvenir del psicoanálisis y el sentido del síntoma, ambos dependen de la insistencia de lo real y de lo que advenga de ese real.
Al referirse a la incidencia de la ciencia y sus entretenimientos, se interrogaba sobre si estos se nos impondrían finalmente, si verdaderamente llegaremos a estar nosotros mismos animados por los gadgets, aunque le parecía poco probable; no lograremos hacer que el gadget no sea un síntoma, porque por ahora lo es de la manera más obvia.1
La Ciencia es el discurso que ha cambiado el mundo de un modo vertiginoso y nos sigue afectando. Es la religión en la que todo el mundo cree aunque conviva con personas de pensamiento oscurantista, como los terraplanistas o los escépticos de las vacunas.
El delirio de leer a Dios, un Dios que no engaña, un real que está allí en la naturaleza, y que será encerrado en una fórmula, es lo que caracteriza a La Ciencia. Nada parece detenerla en su propósito que es: Un día lo sabremos todo y será reducido a las explicaciones con las que nos duermen.
La inteligencia artificial y la computación cuántica, entre otras muestras de la sustitución de muchas de nuestras actividades por las máquinas, ponen de relieve el avance de la ciencia y la técnica; nos interpela nuevamente la inquietante pregunta sobre si llegaremos a estar animados o seremos reemplazados; no parece tan obvio que los gadgets continuarán siendo un síntoma.
Una máquina conectada al cerebro donde en un determinado momento no se sabe quién es quién. Las máquinas actuales no solo se cargan con algoritmos matemáticos sino con lenguaje, una combinatoria de significantes que puede dar lugar a fenómenos sorprendentes.
La IA nos responde con el mismo lenguaje con el que le hablamos y parecen estar dadas las condiciones para que una máquina pueda mentir, negarse a responder o hablar sobre sí misma. Podemos hacer una comparación entre la estructura del inconsciente como un lenguaje, emparentarla con la cibernética, como lo hizo Lacan en los años 50.
El inconsciente freudiano trabaja con sus leyes, metáfora y metonimia. El inconsciente es una gramática, una sintaxis. Aunque sabemos que el inconsciente es también un núcleo ininterpretable, real.
¿Podrán las máquinas preguntarse por el sentido de la existencia, angustiarse, hacer un chiste, experimentar amor, dolor?
La ficción de ser reemplazados por las maquinas deja afuera al sujeto del inconsciente, sujeto habitado por una falta inherente al deseo, al parlêtre y al cuerpo hablante vinculado al goce. La Ciencia elimina la dimensión de la verdad en el sujeto.
Finalmente otra cuestión, no menos inquietante, relacionada a los efectos del desarrollo exponencial de la ciencia y la tecnología: Lo real puede desbocarse, sobre todo desde que tiene el apoyo del discurso científico.2
La preocupación y la angustia que pueden sobrevenir en los científicos por las consecuencias incalculables de la expansión de sus inventos no alcanzan para que las empresas que se dedican a investigar pongan un límite, se controlen y autorregulen, como ellos mismos proponen, la voracidad por las ganancias es más fuerte.
- Lacan, J. La Tercera. Inervenciones y Textos 2. Ed. Manantial. Buenos Aires. 1988, Pág. 107-108
- Ídem anterior. Pg. 87
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Morón
El problema de los géneros
Lo principal de estas líneas fue escrito el lunes 20 de enero de 2025. Ese día, en su discurso de asunción, Donald Trump dijo: sólo hay dos géneros, másculino y femenino.
Inmediatamente recordé lo trabajado en las Jornadas de Mar del Plata de 2014, acerca de las posibles consecuencias de la Ley de identidad de género. Ese era nuestro contexto, ese era nuestro “actual” en aquel momento.
Lo actual siempre es una referencia, aunque lo verdaderamente determinante de una época no es demasiado perceptible para sus contemporáneos, un hecho que atrae toda la atención en un momento puede a los pocos años diluirse sin dejar rastro, en cambio algo apenas registrado, o menospreciado, luego se convierte en central para entender aquel momento, aquella “actualidad”. Las épocas siempre se definen a posteriori.
Podría pensarse que la afirmación de Trump es una simple opinión. Pero convengamos que no es la opinión de un presidente de un país perdido del cono sur. Tiene consecuencias. Leemos por ejemplo en Ámbito Financiero: El poder económico se alinea con Donald Trump: las empresas recalibran estrategias y abandonan la agenda “woke”. Ya Disney anunció un cambio conceptual respecto de la línea en la que venían produciéndose sus últimas películas: vuelve su conservadurismo histórico o “afuera” el sesgo progresista de los últimos años. Google acaba de hacer lo mismo: abandona la política de diversidad e inclusión. ¿Estamos ante otra época? ¿otro “actual” del que imperaba hasta hace poco tiempo?
Si volvemos al 2014, un mes antes de las Jornadas, La Nación, titula el 11 de agosto de ese año que Facebook permite elegir entre 54 opciones de género. Recurro a un diario, al periodismo, porque siempre se ocupan de la “actualidad”. Entonces, lo planteado en esa noticia del 2014 a partir de la dirección que imponen las palabras de Trump ¿es algo ya ”inactual”? Creo que en primer lugar deberíamos considerar que en realidad lo antiguo, es esto de que “Dios los creó hombre y mujer”, que plantea la restauración conservadora.
Pero sigue habiendo algo que desorienta: ¿Por qué pueden postularse 54 o 2 géneros? Primera respuesta: porque el saber sexual, -por más esfuerzos que hagan los universitarios o se desgañiten los amos gritones-, se mantiene siempre extraño al sujeto. Vamos a tomar las cosas por allí; dejo los discursos políticos y sociales, las ideologías en las que abrevan, para tomar algo -aún a riesgo de ser anacrónico-dicho el 10 de mayo de 1972 (¿no será ya inactual?). Ese día un señor llamado Jacques Lacan dicen que dijo: ¿por qué todo lo que no es mujer sería hombre?. Y prosigue que en esta bipartición hay una imposibilidad de aplicar el principio de contradicción en este asunto del género.
Este es un modo de introducir un problema, un problema que el Amo y el Saber (S1 y S2) proclamando 2 o 54 géneros intentan taponar todo el tiempo. Es el problema de la falta, de la falta de una “esencia” respecto al género. Planteo entonces un problema siempre actual, el desliz hacia discursos (políticos, filosóficos, científicos, etc) que impregnan el sentido común, el modo de “entender” (y “atender”) la complejidad de las singularidades respecto al sexo.
Yo creo que hay una vieja brújula que aún funciona: No hay relación sexual. Esto es: no hay ni por asomo ninguna complementariedad respecto al goce. O como lo dije aquella vez en Mar del Plata en 2014: Esto implica quebrar una concepción ontológica de la sexualidad que sostiene una esencia de cada uno de los sexos para promover la noción lógica de existencia.
Me aferro a esa brújula porque creo que algunas cosas, por más que el tiempo pase, y los fuegos de artificio nos fascinen, o nos desalienten, siguen siendo actuales.
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AMBA
Salud mental: la conversación como brújula
Tomo 2 términos del argumento y título de nuestras próximas jornadas nacionales: desorientación y brújula. Uno forma parte de los obstáculos y preguntas que nos conciernen en nuestras prácticas diarias en el contexto institucional que habitamos. El otro aspira a conducirnos a la conversación y elaboración de posibles respuestas en ese campo denominado salud mental. Resalto justamente la presencia de un eje temático en el argumento que invita a escribir sobre el equipo de Salud Mental: dispositivos, intersectorialidad, entrevista de orientación, discapacidad, cuidados paliativos.
Definir la salud mental como campo o territorio nos lleva a considerar su fundamento sociohistórico en tanto concepto. La salud mental se instala en el movimiento del mundo, de la mano de los organismos internacionales, en tiempos de la pos guerra, como relevo de los paradigmas de la alienación e higiene mental. Se vuelve así referente como constructo teórico, a partir de 1940, de múltiples saberes, prácticas e instituciones. En ese movimiento mundial se inscribe en nuestro país la Ley Nacional de Salud Mental 26657, promulgada en 2010. Una ley atravesada por la perspectiva de derechos, el abordaje interdisciplinario e intersectorial del padecimiento mental, y la promoción del lazo social. Nuestros equipos, su conformación, se enmarcan en esa regulación. ¿Alcanza eso como brújula para lo que hacemos cuando nos reunimos distintas disciplinas en torno al sufrimiento subjetivo? Sabemos de los diversos desarrollos que problematizan la idea de interdisciplina como mera yuxtaposición de prácticas y saberes en torno a un objeto. También es claro que los diversos profesionales que conforman los equipos de Salud Mental, cada uno desde su marco teórico y quehacer, se orientan por una concepción de sujeto inherente a la formación de la que proceden. Entonces, ¿cómo hacemos?
Quienes nos inscribimos en la práctica del psicoanálisis (con su propia Babel de orientaciones en la que no me detendré en este pequeño escrito) podríamos coincidir en que nos dirigimos al sujeto de derecho, (...) nuestro trabajo se dirige a enfermedades mentales -si se las quiere llamar así- en las que hay un sujeto de pleno derecho. Un sujeto que responde de lo que hace y de lo que dice (...) Quienes se introducen en la enseñanza de Lacan pueden situar el término sujeto a partir de esa dimensión de respuesta, de capacidad de respuesta.1 Desde ahí nos sumamos a la conversación con otros profesionales, sin ninguna voluntad de dominio. Con la expectativa de ir más allá del binomio consenso-disenso, para que advenga en lo múltiple una comunidad de trabajo. Nos interesa, cada vez, en cada ocasión, como afirma Laurent, hacer valer la existencia del sujeto siempre descentrado, excéntrico, respecto a cualquier categoría o protocolo que intente silenciarlo como respuesta.
Entonces colegas, ¡ojalá conversemos mucho en estas jornadas!
- Miller, J. -A., “Salud mental y orden público”, Introducción a la clínica lacaniana, Barcelona, Gredos, 2018, pp. 118-119.
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Quilmes
Jóvenes, los imperativos de hoy
En esta invitación a reflexionar parto de uno de los ejes temáticos de las próximas Jornadas: El lazo social. Enseguida pienso en L., un joven que atiendo hace escasos meses.
Está preocupado porque no puede dejar de usar el celular. Lee en internet diferentes recomendaciones, prueba, intenta, hasta llegar a desinstalar las redes.
También comenta que volvió de vacaciones con su novia y que estuvo más confiado y seguro, más rodeado de gente. Agrega “no me masturbé”. Le pregunto sobre el tema, nunca abordado hasta ahora. No puede controlarlo desde los 12/13 años. Se pregunta: “¿cómo sería mi vida, con eso más regulado? Después de masturbarme quedo cansado, es feo”. La masturbación está siempre asociada al porno, nunca generada por fantasías o el desarrollo de su imaginación. “Es una locura al alcance de la mano…Te reduce el cerebro. El cerebro no es el mismo con pornografía que sin porno”.
Se pregunta: “¿es una adicción?” Recorre muchos videos sobre adicción al porno. Me pasa un link de Youtube Vivir siendo adicto a la pornografía. Su preocupación es no poder dejar de hacerlo.
No poder dejar de comer.
No poder dejar de masturbarse.
No poder parar de ver porno.
L. se queda aburrido y solo. Y allí intenta una búsqueda de satisfacción inmediata, que no puede limitar, poner un freno. Un goce autoerótico que lo lleva a aislarse y que afecta la relación con su novia. Tiene dificultades para vincularse con los otros, tema por el cual solicitó la consulta.
Dice sentirse aburrido en varios momentos del día, sin nada para hacer. Recurre a llenar esa “nada” con las respuestas que cuenta. El aburrimiento es un estado que la industria del entretenimiento ha sabido captar ofreciendo un sinnúmero de opciones. Sirve de consuelo para quienes se aferran en la incesante búsqueda de algo que calme, lo que por estructura es del orden de una imposibilidad.
L. recuerda “siempre de chico tenía algo que me entretenía La Play 1, luego Internet, el celular” Todos objetos de consumo, también la pornografía es otro objeto más de muy fácil acceso, en cualquier lugar del planeta y a cualquier edad. No puede pensarse hoy sin tener en cuenta la incidencia de la tecnología.
Señala Silvia Ons en su libro El cuerpo pornográfico : El cuerpo erótico alberga un misterio mientras que el pornográfico es aquel cuerpo tecnificado que cumple un programa y es dominado en pos de la libertad, imponiéndole al espectador una visión codificada del acto sexual. La desnudez de ese cuerpo no produce ni un acontecimiento ni una fractura, y tampoco ese interés que genera descubrirlo al transgredir la resistencia de su pudor.
Podríamos pensar entonces la diferencia entre pornografía y erotismo, éste último en relación con el amor y el deseo. La pornografía, en cambio, movida por los imperativos de goce actuales, aleja cada vez más de los lazos amorosos con el entusiasmo y también dificultades que conlleva.
Retomo una pregunta pertinente ¿Qué lugar para el amor en esta época?
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Pilar
Pensando el autismo
Pensando en los síntomas de la época y las etiquetas actuales he decidido escribir sobre el autismo. Teniendo en cuenta lo expuesto por el DSM V y la posición del psicoanálisis, se puede decir que hay una disyunción conceptual insalvable entre síntoma y trastorno. “La oposición es clara, el síntoma ya sea considerado como metáfora, como formación del inconsciente estructurado como un lenguaje, como suplencia o en su aspecto de goce, siempre implica un sujeto que precisamente responde con su creación sintomática a un real. El síntoma, en este sentido, es una respuesta, una solución a lo real como imposible de soportar, a la vez, él mismo “contiene” y soporta un real. El trastorno no involucra al sujeto y parece alterar tanto a la ciencia como a quien lo padece en una función perturbadora que supuestamente se debería anular. El intento de dominar el “trastorno”, es el intento de dominar la pulsión que es una fuerza constante, irreprimible, que pugna por su satisfacción según los diferentes modos de goces singulares de cada sujeto que el psicoanálisis no ignora y ninguna clínica del trastorno debería ignorar”. 1
Jacques Alain Miller, indica que el autismo en sentido amplio es una categoría transclínica: es el estadio nativo del sujeto al que se añade el lazo social. “El “autismo”, como categoría transclínica fundamental, reduce el inconsciente al hecho de hablar solo: se dice siempre una sola y misma cosa”.2
El énfasis está puesto en la falta de lazo y en la comunicación, y muchas veces se deja de lado el aspecto de lo repetitivo y de lo estereotipado que obedece a una lógica.
Entonces, se puede pensar que el autismo es para el psicoanálisis de orientación lacaniana una forma particular del sujeto de situarse en el mundo y de construirse una realidad.
Para el psicoanálisis el diagnóstico no se circunscribe a la conducta, sino que es reconocible por los síntomas que impiden o dificultan seriamente el proceso de entrada del niño en el lenguaje, la comunicación y el lazo social. También, se puede observar (en términos diagnósticos) la posición del niño con su cuerpo y con los objetos, como así también, la posición en relación al modo de habitar el espacio.
Es así como una niña pudo hacer la entrada al consultorio luego de un tiempo de construcción del Fort-da que le permitió dejar una marca en la pared. Otro niño, puede conectarse a través del armado de una play list que le permite mencionar sus canciones favoritas.
- Furman M., Sin Agujero. Tratamiento posible del autismo y de la psicosis en la infancia y adolescencia, Bs. As., Tres Haches, 2018, pág. 21
- Miller, JA, “El cuerpo en el autismo”, Revista Virtualia, marzo 2011
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Bahía Blanca
Consumo y Melancolía
Pensando en voz alta, hay algo en lo actual que interpela. El concepto de brújula me resulta asombroso: transitamos un presente en el que los imperativos de consumo están al alcance inmediato, funcionando como dispositivos que buscan tapar la división subjetiva. Son modos, artilugios del ser que intentan desarrollar mecanismos para evitar la angustia.
En este contexto, ¿cómo alojar los consumos problemáticos en la clínica? ¿Cómo generar una pausa activa en lo que se presenta bajo la lógica de la compulsión a la repetición?
Desde hace diez años trabajo en lo que antes se denominaba Comunidad Terapéutica y que hoy se conoce como Unidad Residencial para Consumos Problemáticos. Además, en mi consultorio atiendo pacientes que llegan con esta demanda.
La invitación del Equipo de Salud Mental de Medifé me animó a pensar en voz alta sobre un caso clínico que me interesa compartir.
El caso de S.
S. es un joven de 30 años que consume de manera compulsiva desde temprana edad. Sus vínculos están fragmentados; pocos familiares deciden acompañarlo en este nuevo intento de recuperación. Tiene dos hijos pequeños a quienes ve esporádicamente. Actualmente está desempleado y relata que le cuesta sostener sus trabajos en el tiempo, renunciando a ellos con frecuencia. Ha transitado diversos dispositivos de salud mental, desde abordajes ambulatorios hasta internaciones. Entre sus intereses destaca la música: compone y crea canciones.
En las primeras entrevistas, S. se presenta desordenado, desarreglado y con resistencias a hablar. En la primera sesión, exclama: Quiero escaparme. Solo quiero dormir o morirme. Me pregunto entonces: ¿a qué resiste S.?
Dado el carácter incipiente del tratamiento y la transferencia aún en proceso de instauración, decido ofrecerle el espacio y esperar a que algo acontezca. Pronto, S. relata que su madre falleció recientemente y que su vínculo con el padre está roto. Refiriéndose a él, dice: Mi viejo para mí está muerto. Lo invito a seguir hablando. Relata episodios de su infancia marcados por la violencia de su padre, a quien describe como autoritario y hostil. Aunque sus padres se separaron cuando era niño, su padre siguió haciéndole la vida imposible a su madre.
Intentando con cautela que pueda seguir historizándose, le pregunto más sobre su relación con su padre. S. comenta que siempre sintió vergüenza de ser su hijo y recuerda una frase que escuchaba reiteradamente: No servís para nada.
Lo detengo y hago una primera intervención:
Claro, S., si solo te la pasás durmiendo o te morís, no servís para nada.
Por unos segundos, se queda en silencio, sorprendido. Algo de la transferencia parece empezar a instaurarse.
Recordando a Freud en Duelo y Melancolía (1915), sabemos que, a diferencia del duelo, en la melancolía la sombra del objeto recae sobre el yo. Se produce una identificación con el Ideal del Yo y con la voz imperativa del Superyó, que lo somete con su sentencia: No servís para nada. Esa perversión lo deja identificado con el objeto de desecho. Cuando S. consume, no sirve para nada, y es precisamente a eso a lo que el Superyó lo empuja a gozar.
Pensando en voz alta, si las intervenciones apuntan a que S. pueda dejar de servir obediencia a un padre que lo ha nombrado como inservible, entonces quizá tenga alguna chance de crecer, de servir a sus hijos, de matar simbólicamente a ese padre perverso que, lejos de haber muerto para él, sigue más vivo que nunca.
El consumo aparece aquí como un síntoma que lo ubica en un lugar de alienación al Otro. Sin embargo, apuesto a que el deseo del analista puede acompañarlo en el proceso de desanudar esta trama perversa, frenando así el llamado compulsivo de la pulsión de muerte.
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Bariloche
¡Paren el mundo …!
¿Son solo los pacientes los afectados por la época? ¿Qué pasa en un momento social en que el tiempo de calidad se transforma en lujo? ¿Qué pasa cuando justamente el empuje actual también es a una producción desmedida? ¿Qué pasa cuando se admiran los tiempos de producción de la máquina, y se genera el empuje a equiparar esa velocidad? Todo se vuelve para el cuerpo, más rápido, más costoso. El secreto tal vez siempre estuvo en la observación, en el respeto a la metamorfosis de la mariposa, en la capacidad de acompañar los eventos “naturales” … Voy a usar muchas comillas, porque si bien es verdad que de naturales no nos queda nada, el cuerpo no necesariamente se enteró, y muchos bebés siguen sin caminar hasta los 10 meses aproximadamente.
La indefensión del cachorro humano sigue ahí, y por ahora seguimos necesitando dormir al menos 7 horas diarias, siendo muy generosa, al menos para funcionar… Frases que se escuchan en consulta: “Ya está la adaptación, ya pasaron 3 meses” Frase del papá de una joven de 14 años que se mudó 4 veces de país a los 6 a los 10 y a los 14 y tuvo que aprender para “funcionar” en 4 idiomas diferentes. “Me siento más cómodo siendo un él”, “cuando llego a casa me saco el binder porque un toque me cuesta respirar”. Joven de 16 años “Ah, vengo porque no puedo dormir vi un video en YouTube, un nene se moría con un pez en el pulmón” Niña de 6 años “Mi mamá dice que soy muy escandalosa” dirá una niña de 7 años que tiene que permanecer largas horas en el trabajo de su mamá mientras ella no puede darle atención. “No voy a poder venir más porque mi papá se quedó sin trabajo” Joven de 15 años ¿Qué pasa con los ritmos vitales?, ¿Qué pasa cuando se empieza a ir sistemáticamente en direcciones que solo pueden generar que estas problemáticas se agudicen? ¿Cómo poner un freno, en esta inercia que ya imprime la época? ¿Cómo poner ese freno nosotros mismos, sobrecargados de trabajo, estímulos y actividades en las que en muchas ocasiones tampoco logramos estar con la calidad de tiempo que desearíamos? El empuje es enorme y el tiempo es finito. Habla la neurosis de esta terapeuta, pero es irónico que, trabajando para fomentar la salud mental, la propia salud mental de los que estamos en el campo se encuentre igual de atravesada por la época. Por suerte más advertidos, en el mejor de los casos, de este caos en el que todos estamos envueltos. Byung-Chul Han, filósofo, dirá: Hoy las practicas que requieren un tiempo considerable están en trance de desaparecer. También la verdad requiere mucho tiempo. Donde una información ahuyenta a otra, no tenemos tiempo para la verdad. La adición y la acumulación desbancan a las narraciones, los largos espacios de tiempo que ocupa la continuidad narrativa distinguen a la historia y la memoria. Solo las narraciones crean significado y contexto. Estamos hechos de relatos, el orden digital, la maquina carece de historia. Entonces tal vez, la pausa que podemos ofertar en nuestros espacios terapéuticos es el reencuentro con el relato, el reencuentro con otros mundos posibles, el encuentro con el propio ritmo. Y tal vez nosotros como terapeutas, podamos al menos por un rato crear esa burbuja de ficción que posibilite relanzar la búsqueda de la verdad de cada sujeto.
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Palermo
Hablando de brújulas…
Recordando a una paciente con un diagnóstico oncológico terminal, me detuve a pensar en la palabra “brújula’’ y cómo ésta cambia de significado. Tal es el caso de los cuidados paliativos donde ya no tiene la misma acepción que para la mayoría de las personas. Claro está, el contexto es totalmente distinto. Si bien el término sigue considerándose “un instrumento para facilitar la orientación” ya no permite determinar los rumbos deseados: encaminarse por ejemplo hacia el N, S ó NE…
Katia, mi paciente, necesitaba un trasplante de médula ósea y la única persona compatible estaba en el exterior imposibilitada de trasladarse por la pandemia de COVID-19. Nuestros encuentros, respetando las medidas sanitarias del momento, fueron siempre en internación (Incidencias de la época, de acuerdo al título que nos convoca). Si bien mis intervenciones estaban dirigidas a propiciar las palabras, éstas se encontraban apresadas por la angustia, el sufrimiento y la desesperanza. Su afrontamiento se estaba debilitando, su “brújula” ya no marcaba los 4 puntos cardinales que representan la interconexión de todas las direcciones. Marcaba una dirección distinta. Cierto día la paciente manifestó una sensación de elevación “como cuando en una clase de ballet te dicen que existe un hilo invisible que te estira –tira- hacia arriba” Como a un plano superpuesto…
Y fue en esa sesión, sin saberlo, nuestra última sesión, en que hizo ese pedido lleno de angustia, ahí donde el tiempo no solo era tirano sino también abrumador “ayudame por favor a no morirme enojada con mi mamá” (ellas dejaron de tener relación cuando Katia se vino a vivir a la Argentina).
Fue en ese instante dónde mi “brújula” se orientó hacia ese lugar donde la psicología linda con el arte, la creación, lo lúdico… donde una imagen generada por un balde, un secador de piso y un trapo colgado sobre él, permitieron a esta paciente, en una habitación en penumbras, pedir perdón y despedirse de su madre.
Pocas horas después, en terapia intensiva, se dejó guiar por su propia “brújula”. En paz.
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Tandil
Los usos del teléfono en el dispositivo analítico
Este PVA recoge lo trabajado en la última reunión de equipo con los colegas de Tandil, calentando motores hacia nuestras queridas Jornadas Nacionales de Salud Mental. Acerca de las Incidencias de la época en la clínica actual, se trabajó la entrada en la clínica del celular con sus diferentes usos y las intervenciones posibles, sin olvidar el caso por caso, del lado del analista
Se compartieron situaciones que definimos como comunes en estos tiempos y que nos hacen preguntar si se pone en juego el dispositivo analítico: el mensaje de texto fuera de la sesión, la lectura de lo que me dijo o le dije... mostrar una foto, dejar grabado un audio con lo que quiero trabajar en sesión o lo que quiero decir, el pedido de turno por WhatsApp al estilo de Instagram: ¿disponibilidad? precio?, el pago por transferencia y comprobante que llega fuera de la sesión, demoras en el pago por transferencia (cada vez es menos frecuente el pago de la sesión con billetes en mano). Todas ellas, cuestiones de las que se habla poco en las reuniones, pero paradójicamente sucedió lo contrario. Las vivencias compartidas dieron lugar a un intercambio de experiencias para sortear situaciones. Una de las colegas con una sonrisa expresó: somos de esta época, dando a entender que no podemos quedar ajenos a los nuevos usos de la tecnología que atraviesa la clínica como parte de nuestro habitar en este mundo.
Me pregunto qué diría Freud al respecto y se vienen a mi mente los Escritos técnicos, donde desarrolla los consejos para la iniciación de un tratamiento psicoanalítico. ... la soltura con que encara el problema de las reglas prácticas que se deben observar, nos permite ver en qué medida, ellas eran, para Freud, un instrumento, en el sentido que se dice una herramienta hecha a medida. En suma dice, está hecha a la medida de mi mano, y así es como yo suelo agarrarla. Otros quizás preferirán un instrumento ligeramente diferente, más adecuado a su mano.1
Los tiempos han cambiado y creo que no será en ausencia del diálogo con otros que podamos construir un nuevo saber para nuestra clínica en este sentido. Maniobrar con los usos del teléfono en la actualidad se asimila a un nuevo instrumento al que debemos encontrarle la medida de nuestra mano para no perder de vista que la verdadera cuestión se halla en otro lado.
Gracias a los colegas por su entusiasta participación y las vueltas que le dimos a estas vivencias de época que hoy podemos compartir y poner a rodar.
- Lacan, Jacques. Seminario 1. Los escritos técnicos de Freud. Pág. 23.
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Mar del Plata
¿Qué puede una Inteligencia Artificial?
En la era de la tecnologización de la vida cotidiana, sobre todo después de la pandemia, muchas actividades antes realizadas por personas fueron digitalizadas, actividades que por su simplicidad pudieron ser protocolizadas fácilmente en programas de datos. La Inteligencia Artificial, impone actualmente una nueva modalidad llamada generativa, estas ya no solo se ocupan de tareas sencillas, sino de otras que implican procesos cognitivos más complejos.
Las IA pueden ser consideradas como programa computacionales. Sin entrar en detalles que por otra parte desconozco, podríamos decir que un programa es un sistema de instrucciones que en tanto 0 y 1 responden a un algoritmo diseñado por programadores. Programas que pueden almacenar gran cantidad de datos (nube) pero además en las modalidades generativas pueden combinarlos, ordenarlos, clasificarlos, etc. según los llamados bot que los usuarios ingresen al programa. Desde estos contextos más o menos conocidos y más o menos habitados por la mayoría, tal vez no sea raro escuchar que somos testigos de un cambio de época y sospechar sobre la posibilidad más o menos lejana, de que las máquinas reemplacen actividades que antes eran exclusivamente humanas.
Sin el ánimo de encontrar conclusiones ni respuestas, en distintos espacios de intercambio con colegas, ha despuntado alguna vez la pregunta por si una IA ¿podría conducir un análisis? Es una pregunta que sin duda se podría abordar desde distintos tópicos teóricos y clínicos, elegiré el de la transferencia como pivote del psicoanálisis, para pensar en voz alta alguna dimensión de la pregunta. Siguiendo a Lacan1 (1964), la transferencia supone al analista una significación de saber. El analista bajo la forma de objeto a ocupa el lugar de semblante y sostiene la suposición de saber para el analizante. El deseo del analista ubica la posición desde donde el analista se pronuncia, esta es una posición advertida del agujero real del saber, saber sobre lo imposible que pondrá en marcha la transferencia y el análisis.
Ahora bien, ¿podría una IA ocupar ese lugar en la estructura del ser hablante? En tal caso, en el lugar de lo supuesto habrá certezas y en el lugar del saber habrá información. Cuestión muy cercana a lo que Miller2 (1993) llama la infatuación, que designa una enfermedad del analista, en tanto se identifica al SSS. El saber sobre lo imposible que implica preservar en el centro del saber el lugar del no saber, pareciera no tener espacio en un programa.
¿Qué es el vacío para una IA, sino un error una insuficiencia o laguna de sentido que hay que completar instantáneamente? La IA apunta a un tener, a un hay relación sexual, a un todo al que nada le falta. En este punto, podríamos pensar en una posición preformateada y estandarizada que en la época de la declinación de la función del padre, se establece taponeando cualquier falta ¿cuál es la chance de una IA para conducir un análisis, cuando el deseo queda reducido a los objetos de su satisfacción? es decir ¿qué lugar para el Inconsciente en el apogeo del deseo programado?
- Lacan, Jacques. El Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Libro 11. Paidós. Buenos Aires, 1973.
- Miller, Jacques (1993) De mujeres y semblantes. Buenos Aires. Cuadernos del pasador, pág.22
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Córdoba
¿Los cuerpos (uno por uno) se permiten atravesar lo singular de la experiencia corporal?
J.A. Miller en Piezas Sueltas, interroga: ¿qué se despeja como consistencia primera de un ser que no es sujeto sino parlêtre? Lo que se despeja como consistencia primaria es el cuerpo, no el sujeto del significante. Del cuerpo Lacan dice entre otras cosas que es la única consistencia del parlêtre. 1
La consistencia es lo que permite a un cuerpo estar unido, mantenerse unido no es vía lo simbólico, esa consistencia es dada por el sinthôme. Consistencia establecida por la relación del parlêtre con su cuerpo. La relación perdida a nivel de lo sexual, su inexistencia, resurge en el nivel corporal. Hay una relación corporal, ubicada como primaria. Una relación primaria, imaginaria y de adoración del parlêtre con su propio cuerpo; y luego una relación con el cuerpo otro - estando allí los pensamientos, el sentido y la referencia a la relación sexual-.
Lacan establece una equivalencia entre imaginario y cuerpo, la imagen en el espejo otorga completud al yo. Es en este territorio donde ingresan las palabras produciendo representaciones, configurando una unidad. Territorio como superficie de inscripción al Otro del significante
Decimos además una completud engañosa, misteriosa, pues la época hoy permite no solo puntuar “este soy yo” frente al espejo, en el campo visual, sino también una imagen interior proporcionada por la tecnología (biológica, nuclear, celular, etc.); la unidad de la imagen externa versus el despedazamiento interno.
La preponderancia de la imagen en la época tiene efectos de goce en los cuerpos, a su vez reviste un carácter enigmático, enigma que queda del lado del Otro … si las imágenes tienen un poder efectivo es entonces en la medida que están anudadas a las significaciones que la cadena significante introduce en el cuerpo.2
El parlêtre habita un cuerpo, que recibe el baño del lenguaje, esa red significante se enlaza de un modo inédito de tal suerte que le concede una forma acabada. Ahora bien, dicha unidad será perturbada por un elemento, el objeto a, cuya operación es fragmentarla.
El carácter enigmático de la imagen revela que en sí misma no dice, sino más bien vela. Pienso el reflejo que proyecta un espejo, si éste se corre, ya no hay imagen, hay el vacío que encierra lo indecible. El imperio de las imágenes (M. Bassols) encierra dos vertientes de un mismo problema, la imagen y el poder del lenguaje. El imperio es el poder del lenguaje, el poder de las palabras. Una imagen en sí no indica o evoca, hacen falta palabras para que las imágenes tengan un poder y puedan transmitir algo.
Las imágenes por sí mismas no tienen ningún poder, incluso el estadio del espejo que es anterior al momento en que las palabras comiencen a funcionar, tiene su poder estando el Otro del lenguaje presente.
Estas puntuaciones invitan a abrir la pregunta ¿cómo el psicoanálisis puede incidir en lo decires del parlêtre?
La actualidad de la época en que la imagen es todo, todo debe mostrarse, decirse, regularse, responderse y así todo…
El psicoanálisis ofrece justamente la posibilidad del no todo, la última enseñanza de Lacan nos orienta en poder pescar lo sutil de cada uno, estableciéndose en ocasiones embates con la tiranía de la eficacia en el tiempo casi inmediato en que se produce una demanda. Ante lo cual, la maniobra será alojar e introducir un compás de espera.
Referencias Bibliográficas
Lacan, J. Seminario 17, editorial Paidós, bs.as, 2008
Miller J. A. Piezas Sueltas, editorial Paidós, bs. As., 2013
Miller J. A. Sutilezas Analíticas, editorial Paidós, bs. As. 2012
- Miller, J.A. Piezas Sueltas, editorial Paidós, Bs As, 2013
- Bassols, M. El imperio de las imágenes y el goce del cuerpo hablante. Enapol.com
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Palermo
¿Sobre qué o sobre quién intervenir?
Las presentaciones actuales en las infancias que llegan como motivo de consulta parecerían recaer exclusivamente en el infans. Si bien los padres que se acercan a la entrevista “hacen lo que pueden” me interesa abrir alguna pregunta en relación a la salud mental materna. ¿Qué es la salud mental? ¿La salud mental atañe al psicoanálisis? No me refiero a la salud mental como lo define la OMS: un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades1 sino como aquello que puede portar un enigma para aquel que habla, desde la división que habita y que escapa a la estandarización, a la definición y al diagnóstico.
De la mano de Winiccott, para poder pensar la relación progenitor- infante dirá que una parte tiene que ver con el infante y la otra, con el cuidado de la madre. Ubica, en ella, el cuidado, señala (…) y la salud que significa tantas cosas, en alguna medida significa desenredar el cuidado materno.2 Ahora bien ¿quién se ocupa de ese desenredo? Al momento de la escucha, se puede deslizar alguna intervención que implique a la madre en relación con el infans, pero esa madre ¿cómo llega a la entrevista de salud mental? ¿cómo habita su cuerpo? Winiccott señala que en la salud, las mujeres cambian de orientación respecto de ellas mismas3 habría entonces cierta desorientación “saludable”.
Sin embargo, situaciones de cierta urgencia subjetiva en las que se rompió la “homeostasis” en la relación madre-infans me llevaron a pensar que el cuerpo, por el lado de la madre, con el sufrimiento a cuenta, quizá devenía oportunidad para convertir ese padecimiento en demanda.
Pensando en voz alta, hay un espacio-tiempo preedípico en una mujer, en una madre, que la trasciende. Efecto de ello, quizá, escuchar a la letra cada desorientación incluso con el propio cuerpo, sea parte del cuidado de esa madre, de esa mujer. Estar atentos en cada melodía, la síncopa que adviene desde otro lugar.
- Organización Mundial de la Salud, https://www.who.int/es/
- D.Winnicott “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador” Pag 51, Paidós 1993
- D.Winnicott “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador” Pag 68, Paidós 1993
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Tandil
¿Comprobante de la transferencia? un envío que abre diversas vías de trabajo
Una colega amiga puso en relieve un dato de época, en relación al cobro de honorarios. Como si se pudiera elegir en el amor… parafraseando esa inolvidable poesía de Cortázar, pienso: como si se pudiera acceder de manera tangible al establecimiento de la transferencia, con el envío de un comprobante.
Ubico un efecto de formación y cómo a partir de escuchar ese señalamiento pude leer de otro modo cuando llegan a mi celular "comprobantes de las transferencias".
Me interesa abrir a la conversación la pregunta planteada en el título de las jornadas: ¿qué brújula para las intervenciones? Advierto y les cuento, que cuando recibo por esa vía un pago, me invade un entusiasmo que luego silencio e intento leer en cada caso de qué se trata. La posición de analista está ahí siempre como función, me orienta, para evitar embrollos, esa es mi brújula
Me encontraba de vacaciones cuando recibo un mensaje de una paciente: "Marcela, disculpa la demora, te envío el comprobante de la transferencia".
A lo que respondí luego de cierta elaboración con un: “Gracias, C. ¿Cómo estás?”
Me serviré de este intercambio de mensajes, por WhatsApp, para compartirles el efecto de esa intervención. ¿Cómo hacer uso de los intercambios de audios y mensajes que nos llegan? Sin responder a la demanda, e intentando hacerlos ingresar en el dispositivo analítico.
Se trata de una paciente en entrevistas preliminares, que atraviesa una crisis de angustia, se encontraba con licencia por psiquiatría, con una soledad subjetiva y una ansiedad que duele, según sus dichos. Es una de esas pacientes que cuando uno se va de vacaciones, hace que me pregunte: ¿un analista se toma vacaciones? Me tenía preocupada, cuando llega su mensaje, decido agradecerle su envío y abrir un intercambio preguntándole: ¿Cómo estás?, lo que siguió fue un hallazgo, esos de los que nos servimos para dejarnos enseñar por la clínica.
C. contesta: “Estoy bien, armando actividades en las que estuvimos trabajando, y con lo que me tiene mal, me voy enviando audios que guardo, para escucharlos en sesión para cuando regreses de tus vacaciones. Gracias por preguntar”.
¿Puede servirse el sujeto de la tecnología, en la época actual, para inventarse una solución a su sufrimiento?. Causada una vez más por las jornadas nacionales de Medife, les comparto lo que voy pensando en voz alta. Animada por intentar escribir algunas líneas, venía con piezas sueltas que me había despertado la lectura del argumento.
Agradezco la invitación a pensar, elegí para compartir un bocadito, que dialoga con otro PVA, una intervención hecha a la medida de mi mano, en la dirección de la cura con una paciente
Los leo, gracias a cada uno por sus aportes, nos vemos pronto en Mar del Plata.
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San Isidro
Vientos cruzados
Hace un tiempo, en los intercambios que realizamos entre coordinadores de equipo sobre la clínica actual, surgió como uno de los rasgos predominantes de las demandas actuales la desorientación.
Las consultas están atravesadas por un sentimiento difuso de extravío, donde el malestar no se articula solo en términos de un síntoma clásico, sino como una suerte de falta de brújula para la vida cotidiana. Esta desorientación -entiendo- no es solo un fenómeno individual, sino que se inscribe en un marco cultural más amplio que rechaza la fragilidad y despoja de disponibilidad para sostener al otro en su vulnerabilidad.
El discurso dominante ha construido un ideal de autonomía y de libertad individual que no deja espacio para la dependencia, el cuidado ni la responsabilidad por el otro. La subjetividad contemporánea está marcada por la búsqueda del goce personal y la autosuficiencia como las alternativas más valorables. La fragilidad, en cambio, es vista como una amenaza a la independencia del sujeto y, por lo tanto, es sistemáticamente negada. En este contexto, la disponibilidad para responder al llamado del otro se diluye, y con ello, la posibilidad misma de lazo social.
El psicoanálisis nos permite leer este fenómeno no solo como un cambio cultural, sino como una resistencia estructural a reconocer el desvalimiento originario del ser humano. Freud ya señalaba el desamparo primordial como una experiencia fundante que inscribe la necesidad del Otro en la constitución misma del sujeto. Sin embargo, la negación de esta dimensión en la cultura actual genera sujetos cada vez más aislados, que oscilan entre la exigencia de autosuficiencia y la angustia de no poder sostenerse por sí mismos.
Los niños, en su dependencia radical, son los primeros en confrontarnos con esta realidad. Criar implica disponibilidad, supone un compromiso con la vulnerabilidad del otro que no puede responder por sí mismo. Sin embargo, en una sociedad que ha hecho de la autonomía un imperativo, esta responsabilidad se percibe como una carga y no como un eje estructurante del lazo social. Así, la desorientación subjetiva se vuelve también desorientación en la crianza, donde el adulto se desorienta respecto de su responsabilidad de cuidar, orientar, acompañar, contener y se espera que esa función la cumpla el profesional de salud.
Pienso en voz alta que dentro de los desafíos de la época está el de recuperar una disponibilidad que no se confunda con sacrificio y que nos permita restituir el valor de la fragilidad como parte constitutiva de la experiencia humana, entiendo también que la solidaridad va en esta vía y que la respuesta social y de nuestro equipo ante la vulnerabilidad de los inundados en Bahía Blanca o el apoyo social a la vulnerabilidad de los adultos mayores son una brisa cálida en tiempos violentos.
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Rosario
El tiempo, nuestra brújula
Leila Guerriero escribe en unos de sus textos: “Hay que amasar el pan todas las semanas, de todos los meses, de todos los años, sin pensar que habrá que amasar el pan todas las semanas de todos los meses de todos los años: hay que amasar el pan como si fuera la primera vez. Habrá que amasar el pan cuando ella se muera, hubo que amasar el pan cuando ella se murió, hay que amasar el pan antes de partir de viaje, y al regreso, y durante el viaje hay que pensar en amasar el pan: en amasar el pan cuando se vuelva a casa (…) Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia”
Escribir como una invitación. Escribir como una inscripción en la que se conjugan tiempos, se disponen piezas de un escenario clínico, enlazadas en un mundo en el que la vertiginosidad reina como bandera, pulsando las vidas al ritmo del individualismo, la atomización, la eterna presentificación. Detenerse, escribir, pensar, encontrar brújulas que nos sostengan.
Desde hace años, nos interpelan ciertos interrogantes acerca de la categoría tiempo en el campo de las intervenciones con bebés y niños pequeños. El nombre Estimulación temprana suele aparecer como concepto heredado y obturar dichos planteos bajo ciertos rasgos que, como tales, designan, referencian, identifican un torbellino de demandas, representaciones, incumbencias, consultas, miradas. ¿Cuál es el tiempo de nuestra clínica? ¿Qué es temprano? ¿Cuándo es temprano?
La Estimulación Temprana surge, en nuestro país, como una especialidad que se desprende de la ciencia médica, como una técnica específica en el tratamiento de problemas del desarrollo en lactantes. Dicho origen condiciona la tendencia rehabilitadora que suele acompañar y arropar a este concepto tan popularizado en la actualidad. Sin embargo, nuestro posicionamiento tiende a poner en relieve la complejidad de las intervenciones tempranas, alejándonos del velo conductista que se teje en la categoría de estimulación que suponen una reeducación compensatoria de dificultades.
En nuestra práctica con bebés y niños pequeños, nos encontramos con un ser totalmente inmaduro e indefenso, cuyos primeros tiempos son inicialmente los tiempos de ese Otro primordial, quien brinda nociones y sentidos, significando, construyendo un modo de estar en el tiempo. Es decir, en esta dupla originaria, quien ejerce función materna puede inscribir y contabilizar el tiempo de quien aún no tiene nociones cronológicas, ofreciendo su propio ritmo, sus marcas, continuidades y discontinuidades. No obstante, se debe rápidamente responder y garantizar logros esperados, hitos estandarizados, para incluirse en lo que se supone la normalidad del desarrollo y así escapar a los diagnósticos tempranos, en una creciente tendencia de objetivación de los sufrimientos y nominaciones inherentes a los procesos de medicalización creciente.
En este sentido, es interesante problematizar, como punto de partida, desde donde empezaremos a contabilizar el tiempo, cuál sería el reloj correcto de tomar para medir el tiempo en el desarrollo: acaso será el reloj biológico, institucional, social o verdaderamente los pulsos de aquello que esperamos que suceda.
Sabemos que el tiempo que puede medirse con instrumentos especializados es aquel tiempo homogeneizado y uniforme que se opone y contradice a los tiempos subjetivos. Tiempos propios, valiosos y necesarios, tiempos que, a la vez, aparecen como condicionantes en la subjetividad, y que son interpelados por las formas que adopta la vida cotidiana en el mundo actual
El tiempo al que demandamos, entonces, es al tiempo subjetivo, pero nos topamos con el tiempo físico, el tiempo que se mide, el tiempo que se da, que pasa, que toma una dirección. El tiempo transcurre, y nos atenemos al tiempo para constituir ¿el tiempo entonces solo nos ordena? ¿Cuándo es el principio y cuando el fin de los tiempos tempranos? ¿Es el tiempo el que define los objetivos? ¿El tiempo de qué y de quién?
Interpelando, así, a la Estimulación temprana con sus términos de estimulación y temprano, posibilitándonos cuestionar el modo en el que se abordan las dificultades en el desarrollo, principalmente en épocas como éstas, caracterizadas por la invasión del paradigma neuro biológico, que puja por favorecer e instalar automatismos de funciones orgánicas, musculares y/o fisiológicas, en pos de alcanzar cuerpos adaptados a los ritmos y demandas, aunque adormecidos en su despliegue.
Nuestra labor en estos tiempos tempranos tan valiosos por la mera condición de iniciales en la constitución, nos debe encontrar comprometidos con la singularidad, sin olvidar aquello que garantiza una iniciación saludable en la trayectoria del desarrollo. Para ello, será fundamental un trabajo propio, que se apoye en las marcas que allí operan, escoltando con estrategias e intervenciones a este Otro indispensable en el desarrollo del humano, incapaz e indefenso, como un semejante significante en el recorrido pulsional, que se torna imprescindible para la constitución subjetiva.
Quizás no sea éste el tiempo de nombres ni de respuestas hermenéuticas, sino de ofrecer una lectura, a modo de profanar la divinidad disciplinar, de acomodar restos, de recortar, aunque suene impertinente. Quizás preferimos resguardarnos en la idea de la clínica con bebés y niños pequeños como una forma de escritura de los tiempos, en la que se conjugan restos pretéritos, rasgos del presente y apuesta de un posible devenir. Quizás sea tiempo de seguir amasando el pan, de seguir escribiendo, de navegar en todos los tiempos.
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Palermo
INCOMUNICADOS
Según la OMS (organización mundial de la salud), se recomienda no exponer a menores de 2 años a las pantallas, en niños de hasta 4 años no superar los 60 minutos, y de 5 a 17 años, no superar las 2 horas. También, la OMS, dice que la adolescencia es un período que va desde los 10 a los 19 años1. Es decir, que un adolescente no debería superar las 2 horas diarias. Deben estar esbozando una sonrisa irónica ¿verdad? Si, lo entiendo.
Hace poco, charlando con la mamá y el papá (recientemente separados) de un paciente de 6 años con diagnóstico de TEA, me entero, casi como un descuido, que el pequeño, con el cual batallamos semanalmente sus desafíos en la comunicación, tiene celular propio.
Este mismo niño, también está actualmente re organizando sus terapias, donde los padres acuden a mí para que los ayude en esa tarea. Me encuentro escuchando a padres angustiados por la reciente selectividad alimenticia de su hijo. "Romi, pero se baja del colectivo y se pone a gritar como un loco que quiere coca", y le compran una coca. Si pasa por Mc Donalds, el niño recuerda que tiene hambre, en su casa, se sirve sólo galletitas dulces, jugo, etc. Eso es lo que tiene a disposición, mientras “scrollea” (acción de desplazarse vertical u horizontalmente por una pantalla para ver más contenido)2 videos en su teléfono, donde su atención no se sostiene por más de 4 segundos. O come con el celular apoyado en la botella de coca o jugo, sin noción ni registro de lo que está comiendo.
Siempre me piden estrategias para estimular la comunicación en casa. Cabe mencionar que en cada oportunidad, les recuerdo los efectos nocivos del uso ilimitado del celular.
Hay familias donde semana a semana, de debe barajar y dar de nuevo. Donde lo frecuente, la falta de rutinas o incluso las propias rutinas no dejan ver lo verdaderamente importante.
Esos papás que, como todos, llegan cansados a casa luego de una jornada laboral, se desploman en el sillón y también scrollean, van al baño con el celular y scrollean, se van a la cama, y adivinaron, no? scrollean.
Parece el reino del revés. Confieso que he llegado a pensar que me están tomando el pelo. Pensar al paciente excede siempre el tiempo de sesión. Pensarlo en sus necesidades, sus desafíos y también sus fortalezas. Pensar el cómo, el cuándo y el dónde. Armar con la familia estas estrategias incluso, para que después, el niño de 6 años con limitaciones comunicativas, reciba de regalo un celular con acceso ilimitado, porque claro, los papás separados se lo compraron para que se comunique.
Y acá es donde me pregunto, ¿Qué brújula para la intervención? ¿Derivar a terapia ocupacional para trabajar selectividad alimentaria en el niño? Derivar el síntoma termina resultando familiar y frecuente. Tarde o temprano, nos damos cuenta que la intervención necesita ser pensada nuevamente.
De qué sirve que el niño asista incesantemente a la terapia para trabajar comunicación, tiempos atencionales, etc., si el tiempo en casa sucede entre youtube y tiktok. Pero claro, le compraron el celular para estar más comunicados.
El trabajo intra familiar es tanto más o igual de importante que la intervención del niño, dependiendo en qué momento estemos.
Debemos entender y recordar, como un mantra diría, que una brújula apunta siempre a la misma dirección, y que mientras haya un Norte, debemos esforzarnos, para mantenernos en eje.
- https://www.who.int/es
- Wikipedia. Término scrollear
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NOA
“Uma mulher grávida, simplesmente por assim estar, provoca:
ninguém fica indiferente na presença da barriga que carrega um bebê.
Ela nos relembra que temos corpo, sexualidade, desejo, finitude,
e com isso nos faz a todos –conhecidos ou desconhecidos –
testemunhas disso. Ocupa espaço, captura o olhar,
desnuda nossas fantasias mais obscuras” - Olívia Lucchini
En consultorio la paciente X comenta ¿por qué te tocas la panza? ¿te pasa algo? evidentemente algo del registro corporal ha aparecido en escena, debo decir, un cuerpo-organismo se ha convertido en presencia de analista? o, una posible presencia de analista se ha interrumpido por la intromisión de un cuerpo-organismo? Son interrogantes que me planteo a colación del comentario de una paciente cuya estructura se caracteriza por la ausencia del significante del nombre del padre. Habiendo atravesado recientemente una descompensación aguda, estabilizada ferozmente por la introducción de psicofármacos. Es la cuarta entrevista que tengo con X de manera presencial, todas ellas de muy difícil instauración de la palabra, en gran medida por el esquema medicamentoso con el que se encontraba pero también por cierta presentación suspicaz.
Anteriormente habíamos tenido 2 encuentros telefónicos cuando su psiquiatra la deriva (con cierta premura) para retomar un posible tratamiento interrumpido por la paciente. En lo que tiene que ver con mi persona, en ese tiempo cursaba, la entrada al séptimo mes de embarazo momento en el cual irrumpió de manera abrupta un vientre, que podemos describir cómo prominente.
¿Estás embarazada? no lo había notado, viste que de los cuerpos no se opina. Frase con la que inicia la historización de lo que hasta entonces había permanecido en lo más enigmático e irónicamente implícito (luego aclarará) en la derivación de su psiquiatra. Relata entonces seguido y sin pausa, cómo en un viaje a Europa en el cual se vio envuelta en un consumo excesivo de ketamina, sus padres organizan una intervención con la participación de algunos amigos y su entonces pareja para traerla de regreso a la Argentina, no sin atravesar por una internación involuntaria en un amable país del primer mundo. Le llamo intervención a ese momento en la vida de la paciente X, con algo más que ironía pues ella estaría muy conforme en decir, qué se sintió violentada por aquellos cuerpos, por el hacer de esos cuerpos sobre la nula voluntad que tenía para manejar el propio. En la viñeta, un cuerpo da qué hablar a otro cuerpo (“aunque de eso no se hable”), ¿podemos pensar aquella contingencia del paso a la presencialidad como una intervención? O se erige más como un fracaso del practicante en sostener la presencia abstinente del analista? Podemos iniciar el tratamiento de estos interrogantes en función de las consecuencias clínicas y el devenir asociativo que la situación generó en X. Recordemos aquí que un cuerpo como tal implica un RSI, y que aquel registro que da cuerpo al cuerpo es el Simbólico. Aquello que hace consistir el A en el cuerpo. Pienso en el tema de estas jornadas y erijo con estos lineamientos una posible brújula.
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San Isidro
La era del "cerebrocentrismo"
¿La fascinación por el funcionamiento del cerebro nos está llevando a negar la condición multidimensional del sujeto?
En la actualidad, es común encontrar discursos que proponen que, al "programar" nuestro cerebro de determinada manera, podemos lograr cambios emocionales, conductuales y superar trastornos. Seguramente todos escuchamos hablar de la importancia del lenguaje interno, “decirnos cosas positivas”, “pensar en positivo”. Ahora también, seguramente todos, tenemos ejemplos concretos donde por más que una persona, un niño/a se hable en positivo todos los días, coloque carteles por la casa con mensajes bonitos; no basta para modificar su realidad cuando el entorno le trae información constante de que no puede, que no es suficiente o cuando no hay un entorno que acompañe, que aloje, que estructure
Si bien esta fascinación por el sistema nervioso y los diagnósticos que subyacen a funcionamientos fuera de lo habitual puede parecer un avance, me pregunto: ¿estamos ignorando la complejidad multidimensional del ser humano al centrar nuestra atención únicamente en el cerebro?
Se buscan las causas del comportamiento humano exclusivamente en factores biológicos como la genética o la neuroquímica. Este enfoque, aunque relevante, minimiza dimensiones esenciales como las relaciones sociales, el contexto cultural, las dinámicas familiares y las emociones, que también moldean profundamente nuestras acciones y, a su vez impactan en el neurodesarrollo. El reduccionismo biológico pareciera ignorar una verdad esencial: cada persona es un todo complejo en el que múltiples dimensiones—social, emocional, cultural, espiritual—interactúan, determinan y potencian unas a otras.
En esta línea me pregunto también, cuando frente a con conjunto de manifestaciones conductuales o “síntomas” que describen un trastorno del neurodesarrollo, siendo estos por definición “un grupo de condiciones heterogéneas que se caracterizan por un retraso o alteración en la adquisición de habilidades en una variedad de dominios del desarrollo incluidos el motor, el social, el lenguaje y la cognición”1 otorgamos un diagnóstico a un niño/a u adulto/a que explica esas conductas por “fallas” o “divergencias” en su sistema nervioso. De esta forma, hacemos cargo al sujeto y restamos responsabilidad al entorno y a los otros significativos en su contexto.
En las condiciones actuales de estrés e inmediatez, sumadas a la falta de modelos para cumplir los diferentes roles sociales—ya que muchos están en crisis y otros resultan completamente obsoletos—me pregunto si, en muchas ocasiones, no es más fácil (aunque no por ello menos doloroso) identificar a un hijo o hija con un trastorno del desarrollo y justificar con ello sus “dificultades” o “problemas” en lugar de asumir nuestra responsabilidad en los abrazos no dados debido a largas jornadas laborales, las miradas esquivas por estar absortos en las pantallas, o los límites no construidos porque la culpa nos vence. Todos estos aspectos inciden de forma incuestionable en el desarrollo neurológico, emocional, cognitivo, social y psicológico de un niño, impactando directamente en la probabilidad de que se manifiesten comportamientos o síntomas acordes con un diagnóstico.
- American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5ª ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
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CABA
Kintsugi
Kintsugi significa "reparar con oro". Es una técnica japonesa que consiste en reparar objetos rotos con oro, plata o platino. Me resulta sumamente interesante este método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas.
Junto con la idea de Kingtsugi, me inspiran estas reflexiones unas líneas del PVA de Patricia Martinez, hablando de la desorientación como rasgo predominante en las demandas actuales: esta desorientación no es solo un fenómeno individual, sino que se inscribe en un marco cultural más amplio que rechaza la fragilidad y despoja de disponibilidad para sostener al otro en su vulnerabilidad.
Acabo de ver Adolescencia, una serie que muestra de manera descarnada los efectos que puede tener ese rechazo de la fragilidad sobre un joven de apenas 13 años. Jamie es tímido y retraído, forma parte de una familia que lo ama -sin dudas- pero están absolutamente desconectados, más atentos al mundo exterior que a lo que ocurre en el interior de su hogar, sin esa disponibilidad que implica la crianza. Pasa horas enteras encerrado en su habitación con el celular, su mamá está tranquila porque él “está en casa”, pero no habla con Jamie, nadie habla con él, el aislamiento y la soledad son su modo de estar ahí.
La serie inicia con un allanamiento en casa de Jamie, la policía viene a buscarlo, irrumpe con brutalidad y violencia, sin atenuantes, lo acusan de haber cometido un crimen (sabremos rápidamente que las pruebas son contundentes, aunque la justicia requiere de una investigación). Así lo llevan detenido, cumpliendo un protocolo que no contempla la edad del “acusado”.
Jamie es alumno de una escuela secundaria, que aparece desbordada y sin herramientas para intervenir en las cuestiones que interpelan a los docentes y autoridades, quienes parecen desconocer los códigos que rigen las relaciones entre los pibes. Maestros saturados que, aun cuando notan señales de algo que no está bien, no saben cómo acercarse, están desorientados.
El detective del caso -obsesionado con encontrar el arma homicida- avanza también con brutalidad dentro de la escuela, y es su hijo (alumno de la misma escuela que Jamie) quien lo ayuda explicándole los códigos de las redes sociales donde los jóvenes participan (interesante movimiento de este padre que a partir de la conversación con su hijo se sensibiliza y por vía de la ternura recupera algo de su función paterna y lo invita a almorzar)
Mientras tanto, y de un modo sutil, la serie nos va mostrando cuál es el mundo del que Jamie forma parte… desconectado de todo lo “analógico” que implica el lazo social, lejos de los cuidados de quienes depende, y con claras dificultades para asumir una masculinidad acorde a los ideales de la época: fuerte, viril, autosuficiente. Mientras tanto, es en el universo digital donde Jamie está inmerso, allí donde va constituyendo una identidad masculina atravesada por la misoginia, el odio y la violencia: forma parte de una red de varones que consideran que no pueden tener pareja o relaciones sexuales consensuadas por su falta de atractivo físico (los Incels -célibes involuntarios-).
A medida que la serie recorre e indaga en diversas instituciones y territorios para llegar a la verdad: los amigos, la escuela, la familia, las redes sociales… me interpeló con una pregunta: desde el inicio está claro que ante la ley Jamie es el culpable, pero ¿de quién es la responsabilidad? Me refiero a la responsabilidad que implica para un sujeto hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. Freud, en El malestar en la cultura, reflexiona sobre la infelicidad de las personas que viven en sociedad y considera que las instituciones sociales y la cultura son los principales factores que influyen en el malestar de las personas.
Si acordamos que el sentimiento de culpa es un obstáculo para actuar de manera responsable y ética, podemos también suponer que en la medida que alguien puede ubicar y reconocer su propia fragilidad, mostrar sus fracturas en lugar de ocultarlas, mentir o disimularlas, entonces podrá asumir la responsabilidad de sus actos y algo de la reparación podría tener lugar.
Este movimiento, este cambio de posición, sólo fue posible por la intervención de una analista que pudo escuchar y hacer lugar a la palabra de Jamie sin juzgarlo, sin opinar, sin responder a las preguntas que él le demandaba, pero también exigiéndole ella todo el tiempo que responda de manera responsable. Porque -como ella le dice- sólo me interesa lo que tú piensas, me importa más que lo que sea verdad.
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San Miguel
Aburridos peligrosos
En su novela, Claudia Masin dice que las siestas transcurren en un verano perpetuo, en ese tiempo desalmado. (...) El vaho del calor difumina los límites de las cosas y hace que todo parezca indefinido, con bordes vagos, indeciso entre la realidad y la ficción. En mi infancia, durante las vacaciones a la hora de la siesta no nos dejaban salir por el calor, recuerdo el sonido de las chicharras y las paletas del ventilador de techo; sonidos que evocan lo que para Heidegger es un estado de ánimo donde se pasa de una cosa a otra sin profundizar en nada y para mí era un embole. Para el castellano rioplatense, esta palabra, embole, se atribuye a una sensación o una actividad que aburre, causa molestia o enojo. Existen infinidad de historias que comienzan con un embole, primero hicieron falta el vacío, los bordes vagos, que todo parezca indefinido para que la realidad se transforme en ficción.
En algunos lugares de Argentina, la hora de la siesta es un horario difuso que se encuentra entre el mediodía y la tarde. La hora de la siesta y el aburrimiento tienen varios aspectos en común, en el aburrimiento también se desdibuja un poco la noción del tiempo, cuando se pasa de una cosa a otra sin profundizar en nada. En Juegos inocentes, juegos terribles, Scheines puntúa dos tiempos del jugar: la instauración del caos y la fundación de un nuevo orden. Esta doble temporalidad me permite diseccionar el jugar para poner el acento en el segundo tiempo, donde se interviene sobre el mundo transformándolo de una manera que se torne placentera, siguiendo el vox populi freudiano.
Un niño trae una valija llena de autitos, cada uno está en su compartimento, los saca todos, me muestra uno a uno y los vuelve a guardar en la valija, no podemos hacer otra cosa; su mamá se queja de la fortuna que gastaron en una pista de autos que el niño jamás usa. Una niña trae o toma juguetes del consultorio, los ordena por color o tamaño y luego pregunta “¿A qué jugamos?”. Ante mi respuesta sobre tomar algo de lo que estaba desplegado allí, la niña se niega y guarda todo. No hay caos.
El aburrimiento es un encuentro con un vacío contenido, como el insomnio que para Pontalis es esa dimensión donde no pasa nada, ni el más mínimo acontecimiento, ni la más mínima aventura, ninguna travesía en el tiempo. Tanto el aburrimiento como el insomnio son territorios delimitados, algo los bordea; el insomnio, por ejemplo, limita con el sueño y la vigilia. Me pregunto con qué linda el aburrimiento.
Ni uno ni otro parecen tener dirección, no van hacia ningún lado, estorban. Qué aburrido hablar sobre el aburrimiento, parece que las palabras se empiezan a derretir y nos vamos hundiendo en una arena movediza. La filosofía china me da una mano para salir con Francois Jullien, que me acercó al sesgo, así bordeo el asunto, pululo alrededor, en la desorientación clínica busco lo que se repite y lo acompaño a dar la vuelta, me sumo al remolino de la pelopincho cuando ya bajó un poco sol.
- Divididos (2002) Aburridos peligrosos. [Canción] En Vengo del placard de otro. BMG
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Pilar
Una Brújula
Sabemos que una brújula es un instrumento de orientación de otra época y que calibrada siempre señala el Norte. Pasadas de moda, hoy contamos con GPS y la IA para tomar la ruta mas rápida y armar itinerarios fácilmente, instrumentos actuales que marcan el paso a seguir.
Como prestadores de salud mental, ¿qué nos orienta? ¿con qué instrumento contamos hoy? ¿algo cambió en nuestra práctica? Hace 5 años, el acontecimiento pandemia “desbrujuló” el mundo y nos empujó a reinventarnos, aprendimos a hacer uso de la tecnología, nos servimos de ella y de los nuevos inventos, como el de atención remota o formato híbrido. Sin embargo, la tecnología ha ido mas lejos, la IA es vanguardia, el objeto brújula de moda que resuelve problemas, ofrece respuestas instantáneas, recomendaciones y hasta predicciones y todo eso al alcance de la mano, en el celu!
Me pregunto en voz alta: ¿no es eso para lo que un asociado pide terapia, para que le digan qué hacer, que le digan el Norte a seguir para curarse rápido de su angustia? ¿Será que se espera algo distinto de un profesional de la salud mental? ¿O será que finalmente los psicólogos vamos a desaparecer? Nos corresponde dar respuesta acerca de cómo intervenimos en la clínica hoy.
Para los que practicamos el psicoanálisis, la cura viene por añadidura, es efecto del recorrido de un análisis que "no puede encontrar su medida sino en las vías de una docta ignorancia"1 . La formación del analista implica "ese no-saber; en ausencia de lo cual nunca será otra cosa que un robot de analista"2 . De ese no-saber, pasión de ignorancia, se desprende el deseo de encontrar una brújula que nos oriente y no un diagnóstico que clasifique. Para el psicoanálisis, por teléfono, presencial o virtualmente, se trata de una ética de la singularidad. Que el sujeto pueda ser captado en lo que él mismo no ve, aligera la angustia y pone en marcha el deseo.
En su posición, el analista sigue, el analizante sabe o mejor dicho inventa un saber sobre un fondo de vacío que el analista sostiene para el despliegue de la subjetividad mientras esclarece lo diferente, opaco y extraño que es para cada uno su propio goce. Se abstiene de marcar el paso, como haría un analista robot o la IA, se deja orientar por la brújula del analizante, consintiendo a un perderse para volver a encontrase en las vueltas dichas.
Pienso entonces que si algo sabemos es que el goce singular es brújula para la clínica de hoy. Las repeticiones que insisten, los tropiezos que no mienten señalan los Nortes. La letra N que resalta en el texto de una historia singular permite localizar algo de lo que en cada paso nos lleva a caminar, para bien o para mal en una determinada dirección.
En un mundo artificial que robotiza y rechaza los cuerpos, que es prestar salud? Urge despertar los cuerpos, ponerlos a hablar como posibilidad de conmover la marca de goce a donde siempre apunta su brújula. No hay la brújula, hay las brújulas, la de cada uno, y será importante saber leerla para encontrar un mejor camino, no el verdadero, sino el conveniente y satisfactorio, orientado por el Norte singular que nos anima.
- J. LACAN, Escritos 1, “Variantes de la cura-tipo”, Siglo XXI, 1971, pag 346.
- J. LACAN, Escritos 1, “Variantes de la cura-tipo”, Siglo XXI, 1971, pag 343.
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Córdoba
Habilitar una pausa
Rasgos de época, demandas actuales, nuevas formas en que se presentan los síntomas. Diferentes maneras de llamar a lo que escuchamos en aquellos discursos donde lo subjetivo – particular toma una forma que reconocemos en lo cultural – social de nuestra época.
Antonio, 32 años, llega al consultorio y relata un estilo de vida donde predominan el apuro y la falta de tiempo para todo. Su malestar radica en que se ve haciendo cosas que los otros le piden pero que distan mucho de sus intereses y de sus tiempos. Presenta, además, problemas de pareja que provienen de la exigencia de ella al decirle que él “da para más”, “que debe encontrar algo en lo que se destaque”.
Actualmente, los trabajos, los vínculos y las redes se manejan con la lógica de la inmediatez, demandando la productividad, la rapidez y la perfección. Antonio se ve envuelto en esta misma lógica y, además, responde a ella.
¿Podemos determinar lo que es de afuera y lo que es del sujeto? ¿Sería una herramienta para nuestras intervenciones preguntarnos por estas resonancias que hacen que algo de la época se haga carne en el sujeto hasta el punto de que pague con su malestar? ¿Cómo articulamos la pregunta por el deseo con esto que se entromete del afuera?
En este punto del deseo encontramos un obstáculo para la clínica: en el intento de asociar algo de su malestar o de estas demandas del afuera con su deseo, no había respuesta. Otro rasgo de la época actual que se expresa en el sujeto: respuestas inmediatas a las demandas del afuera sin detenerse en la pregunta por lo propio.
Características de nuestra época en el malestar subjetivo y respuestas sintomáticas que se anudan en dirección contraria a la lógica psicoanalítica. Sin embargo, Antonio vuelve a la invitación implícita de la práctica analítica: pausar, detener, bordear lentamente lo que parece inabarcable. Esto dará lugar a un punto que desanuda y articula a la vez: volver a su historia. Pero no desde un historizar sin más, sino resignificar su malestar desde sus vivencias y su implicancia en ellas. Lacan dice, en reconocimiento de la labor analítica de Freud, que el sujeto reviva, rememore, (…) los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos (Lacan, 1954: 28).
Esto nos invita a pensar en lo que nuestra posición soporta y habilita. Esperar y detenerse es también un acto del analista que habilitará a que algo del inconsciente o del deseo se muestre. En nombre de ese paciente, la escucha también será paciente. (…). De esa paciencia y mesura se trata de hacer capaz al psicoanalista (Lacan, 1966: 224).
En un contexto que tiende a la dirección contraria, donde la verdad, la historia del sujeto y el cuestionamiento son cuestiones dejadas afuera, nos vemos en un desafío similar al de Freud en su momento: regreso de la verdad al campo de la ciencia, con el mismo movimiento con que se impone en el campo de su praxis: reprimida, retorna allí. (Lacan, 1979: 760)
- Lacan, J. (1954). Los Escritos Técnicos de Freud. El Seminario 1. Buenos Aires: Paidós, 2010.
- Lacan, J. (1966). Del sujeto por fin cuestionado. Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2018.
- Lacan, J. (1979). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2015.
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General Rodriguez
Escuchando en x2
Si como dice Lacan en El Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI, solo allí cuando el espacio del lapsus no tiene alcance de sentido o interpretación, podemos estar seguro de estar en el inconsciente, y si para que haya lapsus tiene que haber espacio, qué lugar para el psicoanálisis y la interpretacionintervencion en la época de “escucho en x2”.
Si el sujeto es un efecto entre significantes, lo que supone tiempo y espacio, qué lugar para el sujeto en la época de “escucho en x2”, que empuja al parloteo, aplastando la potencia del lenguaje, holofraseando al sujeto; “el sonido que emite el loro se llama garrido, que es una forma de gritar o chillar. También se les puede escuchar hablar, chillando o graznando” según IA.
Qué lugar para la interpretación, si lo que se interpreta es el goce reprimido en un espacio que podría pensarse como la clínica de la pregunta, en la época donde la demanda es grito sordo; indócil a la respuesta, resiste devenir llamado.
Si al prestigio del significante y el Otro como ordenador le sigue el ascenso al cenit social del objeto a, la fascinación por saberes específicos, y sus imágenes ideales, que proponen prácticas puntuales que vienen al lugar del punto de capitón - ofreciendo el ser -, si la patologización generalizada de vida que supone la ciencia y sus tratamientos correlativos, convive con la pluralización de las formas de goce de la mano de la tecnología y sus objetos, ofreciendo respuestas liquidas sin fin, sin solución de continuidad, qué lugar…
Si al lugar de la pantalla del fantasma va la pantalla del dispositivo, cortocircuitando la presencia de los cuerpos haciendo el circuito de la pulsión cada vez más eficaz cerrándose sobre sí mismo, qué lugar para la conversación y sus vueltas.
“Escuchando en x2 viviendo en x2” se pierde la resonancia y brújula de la causa y la verdad; seudocontactos, circulación sin tope, ni lectura, horadando las condiciones de la singularidad.
En la época del todos delirantes, todos locos, todos adictos, qué brújula para el psicoanalista sino la de su análisis y la transferencia en primer lugar, entre otros claro.
Resulta claro la necesariedad de la detención y el tiempo de comprender o elaborar, pero es justamente eso lo que está obturado. Para los casos donde eso se ponga en función, el analista podrá suspirar tranquilo. El asunto es donde eso no se produce o en todo caso hasta que eso acontezca, cómo intervenir. Quizá en estos casos la clínica de las psicosis y el lugar que conviene al analista en la misma sea una buena referencia. Quizá una defensa lúcida pueda ser una referencia, alguna defensa lúcida contra el goce, que no supone un analista intérprete sino presente con su rasgo a prestarse en la desorientación, y con su acento maniobrar regulando, favoreciendo, inventando en la deriva para hacerla fecunda.
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Morón
Dios ha muerto…. Y ha reencarnado en el hombre.
Escucho una noticia: “Zoraya ter Beek, una joven holandesa de 29 años, ha sido “eutanasiada” el 22 de mayo del año pasado por “depresión resistente”. Novedad absoluta para mí, la eutanasia o suicidio asistido permitido para enfermedades psiquiátricas, y ya no sólo para enfermedades terminales, en las cuales el desenlace inevitablemente es la muerte. ¡Quedo perpleja! Comienzo a investigar de qué se trata. Una noticia anterior: Otra joven holandesa en 2018 escribe en su Facebook: Me estoy preparando para mi viaje. Gracias por todo. A partir de ahora no estaré disponible. 4 horas después se recostó en su cama, rodeada de amigos y bebió un compuesto tóxico, recetado por su médico para morir. Ocurrió un mes después de que el estado le otorgara su derecho a morir debido al sufrimiento psicológico insoportable, incluidos ansiedad, depresión y psicosis.
En 15 países está permitida la eutanasia, en 8 de ellos también para enfermos psiquiátricos: Luxemburgo, Bélgica, Países bajos, Colombia, Alemania, Canadá, Suiza, y España. Cada uno posee sus especificaciones, pero de manera general los requisitos son: evaluación psiquiátrica por dos profesionales donde se constate enfermedad crónica con padecimiento insoportable; solicitud voluntaria, autónoma, clara y sostenida en el tiempo; no debe haber esperanzas de mejora.
La ley se aprobó primero en Europa y no tardó en cruzar el océano. Hoy no se debate en nuestra sociedad ni en nuestra clínica, pero habría razones para suponer que podría llegar pronto.
Durante mucho tiempo la vida fue el valor social supremo, don divino, sagrado, obra y poder de Dios. Hace casi 150 años Nietzsche menciona la muerte de Dios como la caída de su creencia y el avance del discurso científico. Poco a poco la ciencia pasó a tomar dominio en los temas relacionados a la vida y la muerte. Hoy parece darse un paso más, la potestad de la vida y la muerte en poder del individuo, en su decisión. Parece ser la “voluntad” el valor supremo de la época que avala estas prácticas. Voluntad entendida como individual, libre y autónoma. El individuo sabe lo que quiere y lo importante es que lo logre.
Nosotros no escuchamos al individuo sino al sujeto, por lo que la lectura resulta diferente. Algo más de la noticia: Zoraya relata que en el 2020 su psiquiatra le comunicó que no había más procedimientos que pudieran ayudarla. No hay nada más que podamos hacer por ti. Nunca va a mejorar, -le dijo su médico-. Con esa información reforzó la decisión de solicitar la eutanasia.
¿Decisión libre y autónoma? El poder de la palabra en su máxima expresión. Nos llama otra vez a reflexionar sobre el efecto de nuestras intervenciones. “Locura compartida de saber”: el enfermo sabe que quiere morir, el médico que jamás mejorará
Zoraya enfrentó depresión, ansiedad, y un trastorno de personalidad no especificado desde temprana edad. A los 21años fue diagnosticada con autismo. Desde pequeña manifestó el deseo de terminar con su vida debido al acoso escolar y la sensación de no encajar en la sociedad. Alejada de su familia de origen desde hace varios años, convivía con su pareja que no logró persuadirla de su voluntad de morir. Rechazada por los otros desde la infancia, expulsada del lazo terapéutico con su médico que se declara incompetente, ¿no sería la eutanasia una forma de legitimar ese rechazo al sujeto, un acto radical de exclusión en lo real?
Por otra parte, ¿qué estatuto para el suicidio? Para nosotros, un pasaje al acto que demuestra la imposibilidad del sujeto de sostenerse, en absoluta soledad, fuera de todo lazo. Para estas sociedades, un derecho legítimo del individuo dentro de la ley, expresión de su potencia. Paradójicamente, la forma de entrar en el lazo social y existir
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